“Mis obras son una especie de sinfonía silenciosa que se escucha con los ojos”, considera Elias Crespin, quien expone por “primera vez” en más de 20 años en su natal Venezuela después de haber alcanzado el reconocimiento internacional, incluido un trabajo que se exhibe en el Louvre.
Una decena de móviles metálicos en estado de ingravidez son exhibidos en una antigua hacienda tabacalera en Caracas, convertida en espacio de exposiciones. Son “esculturas electrocinéticas”, apunta.
Es “emotivo” el hecho de volver a exponer en Venezuela, asegura. “Es una gran satisfacción, es un reconocimiento importante que dice que valió la pena haber hecho lo que hice. Me siento muy satisfecho con esta confirmación de que valió la pena hacer lo que estoy haciendo en Venezuela”, dijo a la AFP.
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Es heredero del movimiento cinético venezolano de Carlos Cruz-Diez, Jesús Soto o Juvenal Ravelo, todos ellos con paso por Francia antes que él. También es nieto de la artista alemana Gertrud Louise Goldschmidt, ‘Gego’, célebre por sus esculturas con hilos metálicos.
“La conocí primero como abuela, más que como artista. (…) Cuando íbamos a visitarla teníamos contacto con todo su proceso y eso es una referencia importante para mí como artista”, explica.
“Aprendí cosas de ella y las tengo y las tomo y las utilizo”, confiesa, aunque su estética y técnica son propias.
Hoy, las obras de Crespin —suspendidas con hilos invisibles de nailon— se mueven gracias a pequeños motores y a programas informáticos creados por el propio artista, quien, de alguna manera, le añadió movimiento al cinetismo.
Por: AFP