Podemos ver claramente el muro que Trump quería construir y no se parece en nada a lo que dijo que iba a hacer a lo largo de la frontera de Estados Unidos con México. Trump y sus secuaces están construyendo un muro alrededor del presidente sin fosos, serpientes o caimanes, construido sobre extravagantes reclamos de inmunidad para un presidente en funciones. La idea es decirle a los tribunales que el presidente no puede ser sometido a ninguna investigación criminal, excepto como parte de una investigación de impeachment. Trump afirma que no puede ser investigado, que no puede ser acusado y que no puede haber impeachment. Los partidarios como Trey Gowdy se unieron a Trump declarando que la Casa Blanca no obedecería las citaciones para testificar sobre la llamada telefónica de Ucrania porque responderían ante un “tribunal de canguros”. El embajador Gordon Sondland no pudo testificar ante el Congreso. La Casa Blanca escribió una carta mordaz al Congreso indicando que la investigación es “inconstitucional”. Trump llama repetidamente a las acciones del Congreso una “cacería de brujas”, pero en una encuesta reciente de NBC News, el 55% de los estadounidenses está de acuerdo en que hay suficiente evidencia para proceder con una investigación.
Desde el momento en que se publicó el informe de Mueller, la administración pasó a la ofensiva, alegando que los Demócratas y la prensa conspiran para cambiar los resultados de las elecciones de 2016. Desde el principio quedó claro que el Fiscal General William Barr fue fundamental para comenzar a construir el muro protector alrededor del presidente. Su interpretación del Informe Mueller, alegando que exoneraba al presidente, permitió a los defensores de Trump socavar la credibilidad de los hallazgos que podrían haber llevado a comenzar el impeachment. El impacto del informe se diluyó aún más cuando Nancy Pelosi explicó que era reacia a proceder con la destitución. Desde entonces, ha habido un intento sistemático de describir cualquier investigación sobre las acciones de Donald Trump como resultado de una conspiración del “Estado profundo”. Pero Trump, a través de sus acciones, con su desprecio abierto por las operaciones normales del gobierno inspira a la oposición que cuestiona sus suposiciones de que está por encima de la ley.
Hay un cierto elemento de fatiga con los constantes ataques de Trump y la supuesta inmunidad de enjuiciamiento. Ha logrado controlar el ciclo de noticias de 24 horas con anuncios crípticos bien colocados sobre política exterior o sanciones económicas. Pero su capacidad de sorprendernos ha disminuido en gran medida porque sabemos que se pondrá del lado de Putin, describirá a los medios como proveedores de noticias falsas y tergiversará el impacto de sus sanciones arancelarias contra China. No hay un estado profundo conspirando contra él. El muro protector a su alrededor se está desmoronando porque está construido sobre mentiras, exageraciones e insultos para socavar la credibilidad de la oposición. Pero ahora tenemos denunciantes y detractores dentro de la Casa Blanca que ayudan a la oposición. Si Trump parece desquiciado es porque puede presentir que el final está cerca. El impeachment no es inconstitucional, es la única herramienta legal disponible para el Congreso, y es inminente.
Editorial