Los migrantes que viajan hacia Norteamérica por la selva del Darién, considerada como una de las más peligrosas del mundo, cambiaron de ruta de un momento a otro.
Cansados por las continuas muertes, robos y violaciones, ahora se enrumban por el océano Pacífico hasta llegar a Jaqué, una comunidad indígena panameña donde están las estaciones receptoras de migrantes.
Antes atravesaban a pie las comunidades de Necoclí y Capurganá, en el Caribe de Colombia, para luego adentrarse a la selva de Darién y culminar en la comunidad de Bajo Chiquito en Panamá. Tardaban unos siete días en un camino plagado de serpientes, ríos embravecidos y bandoleros acechantes.
Te puede interesar:Los migrantes miran a California como una nueva opción para llegar a EE.UU.
Reporteros del diario La Prensa de Panamá visitaron la enigmática zona y constataron in situ la dramática realidad. Datos del Servicio Nacional de Migración panameño dan cuenta de que, hasta el mes de octubre de 2021, pasaron por la selva de Darién 121.737 migrantes irregulares, de los cuales, 26.650 son menores.
En Bajo Chiquito antes llegaban como moscas, ahora no se ven. El cambio de itinerario provocó un hervidero en el pueblo de Jaqué donde viven unos cuatro mil habitantes. Como los migrantes llegan con fiebre, deshidratación y con picaduras de alacranes, tienen que acudir al dispensario de la comunidad donde apenas tienen medicamentos para los residentes.
Las autoridades panameñas no descartan que en las próximas semanas y meses los migrantes dejen de usar la selva del Darién. La nueva ruta implica aventurarse en frágiles embarcaciones por el Pacífico para bordear la selva. Franquear el área de Ostional hasta Puerto Kimba le cuesta a cada migrante unos 220 dólares. Es más costoso que las largas jornadas de caminatas, pero se libran de violaciones y robos. También evitan las traicioneras crecidas de los ríos.
Te puede interesar:Migrantes indocumentados marchan del sur al centro de México
Santiago Paz, jefe de Misión en Panamá de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), también estuvo allí para que nadie le viniera con cuentos. “La travesía (por el Pacífico) entre Colombia y Panamá debe hacerse por mar, en embarcaciones pequeñas que no están adaptadas a la cantidad de personas migrantes que transportan”, aseguró Paz.
La ruta de moda de los migrantes ahora enfrenta a las autoridades panameñas al desafío de brindarle atención médica a los viajeros. Muchos llegan extenuados y descalzos. Escapan de la miseria que viven en sus países, como Venezuela y Haití. Su objetivo es llegar cuanto antes a Estados Unidos para vivir de su trabajo y con dignidad.