Más de 70,8 millones de personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares por la guerra o la violencia, la mayor cifra tras la II Guerra Mundial. Esos desplazados son hoy los protagonistas en el Día Mundial de los Refugiados, en un momento en que esa crisis que no deja de crecer.
El aumento de la cifra de quienes huyen se ha duplicado en las dos últimas décadas, hasta adquirir un carácter global, mientras el mundo desarrollado se aleja cada vez más de las políticas solidarias que podrían combatir el fenómeno.
Muchos países de África, Oriente Medio y Asia han tomado el relevo de lo que en otro tiempo fueron Europa o EEUU, pero no son naciones ricas ni con medios y necesitan el apoyo de la comunidad internacional, como recuerda la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, confirmó que la nueva cifra alcanzada de 70,8 millones de personas que huyeron de guerras, persecuciones o conflictos representa el nivel más alto de desplazamiento en los casi 70 años de historia de la Agencia, y destacó que esas estimaciones hay que tratarlas como “conservadoras”.
La cifra duplica el número de personas desplazadas hace 20 años, crece en 2,3 millones respecto al año pasado, y su tamaño sería el equivalente a una población entre la de Tailandia y Turquía.
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Ante este nuevo aumento, Grandi pidió a la comunidad internacional que se muestre más solidaria con los desplazados, en un momento en que “nos hemos vuelto casi incapaces de lograr la paz”.
Este cálculo aproximado se basa en datos como que, por ejemplo, solamente medio millón de venezolanos de los cuatro millones que han abandonado el país haya solicitado formalmente su solicitud de asilo.
“Estas cifras vuelven a confirmar la tendencia al alza a largo plazo en el número de personas que necesitan protección a causa de la guerra, los conflictos y la persecución. Aunque el lenguaje en torno a las personas refugiadas y migrantes es a menudo controvertido, también somos testigos de un torrente de generosidad y solidaridad, especialmente por parte de las comunidades que acogen a un gran número de refugiados. También constatamos una implicación sin precedentes por parte de nuevos actores, tanto del sector de la ayuda al desarrollo, la empresa privada o los particulares, que no solo refleja, sino también canaliza la esencia del Pacto Mundial sobre Refugiados”, dice el documento publicado por la ACNUR.
América y el éxodo venezolano
México y Costa Rica fueron los países que más solicitudes de asilo recibieron en 2018, con 57.600 casos de Latinoamérica, región donde más de 7 millones de personas están en condición de desplazamiento, 4 millones de ellos venezolanos, cuyo éxodo se ha convertido en una de las crisis migratorias más complejas.
Según ACNUR, las peticiones de asilo se han disparado y 3 de los 10 países de los que proceden más solicitantes de asilo en todo el mundo son latinoamericanos: Venezuela, El Salvador y Honduras.
En 2018, México con 29.600 peticiones y Costa Rica con 28.000 fueron los países de Latinoamérica que más solicitudes de asilo recibieron, mientras que entre las principales nacionalidades del continente que solicitaron asilo en EE.UU. están El Salvador (33.400), Guatemala (33.100), Honduras (24.400) y México (20.000).
Venezuela, uno de los países con más reservas de petróleo, atraviesa desde 2014 una crisis económica y social que ha provocado el éxodo de unos 4 millones de ciudadanos que se dirigen principalmente a países como Colombia, Ecuador, Perú y Brasil.
En 2018, el mayor número de nuevas solicitudes de asilo en el mundo correspondió a venezolanos (341.800).
En EE.UU, en 2018 fueron acogidas 22.491 personas, con la República Democrática del Congo en primer lugar como origen de refugiados (7.878), seguida por Birmania (3.555), Ucrania (2.635), Bután (2.228) y Eritrea (1.268).
Bajo el Gobierno de Donald Trump se han endurecido las medidas migratorias, con decisiones como la cancelación del Estatus de Protección Temporal (TPS), que beneficiaba a inmigrantes de El Salvador, Honduras y Nicaragua, las deportaciones masivas y la salida del Pacto Mundial de la ONU para la Migración.
Otras decisiones han sido levantar un muro en la frontera con México y la aplicación de la política de “tolerancia cero”, por la que se ha separado a más de 2.000 menores de sus padres indocumentados, en lo que las organizaciones humanitarias consideran un de los mayores escándalos de refugiados en los últimos tiempos.
Perú, un “cuello de botella” en la región
Filippo Grandi considera que el endurecimiento de los requisitos exigidos por las autoridades peruanas para que los venezolanos puedan obtener un visado, que entró en vigor el pasado 15 de junio, puede provocar un efecto contagio en los países cercanos a Venezuela, como Colombia y Ecuador, y llegar a crear un “cuello de botella”.
“Perú es el segundo país receptor más grande de venezolanos después de Colombia y están desbordados por la presencia de todas estas personas, por eso les muestro mi apoyo en esta situación”, dijo Grandi. “Pero les instamos a comportarse del mismo modo que Colombia, Ecuador y Brasil y mantener sus fronteras abiertas porque estas personas están realmente necesitadas de seguridad y protección”.
El máximo responsable de la Agencia insistió en la necesidad de conservar una “política de puertas abiertas” como la ocurrida durante la crisis registrada en Europa el año 2015, cuando cientos de miles de refugiados huyeron de conflictos, especialmente en Siria, y arriesgaron sus vidas cruzando el Mediterráneo con el objetivo llegar a Grecia o Italia.
De acuerdo a las cifras del informe sobre Tendencias Globales de la Agencia, actualmente los niveles de desplazamiento duplican los de hace 20 años, confirmando una tendencia al alza a largo plazo del número de personas que necesitan protección internacional.
Al mismo tiempo solicitó más fondos para ayudar a los países que sufren los efectos de estas corrientes migratorias crecientes y subrayó la necesidad de una mejor cooperación regional e internacional frente a “nuevos conflictos, nuevas situaciones que producen refugiados, y que se suman a las antiguas”.
Como modelo a seguir destacó el ejemplo de la crisis en Gambia el año 2016 y el posterior regreso de 50.000 personas cuando se recuperaron las condiciones de seguridad. Una situación, que según Grandi, demuestra que “cuando hay un esfuerzo regional, un esfuerzo internacional, un conflicto se aborda y la gente vuelve”.