El movimiento Black Lives Matter es la evidencia. A 100 años de la masacre racial de Tulsa los negros no sienten avances. Persiguieron y asesinaron en las calles a 300 afroamericanos. La condescendencia de llamarlos afroestadounidenses, personas de color a morenos es un eufemismo. En las calles sienten que no valen nada. Hace 402 años cuando el barco “White Lyon” arribó a Virginia con 20 negros, los cambiaron por comida. Así fue valorada la vida humana de estos secuestrados transados en trueque.
Este martes el presidente Joe Biden estará en la conmemoración del Centenario. Su presidencia y partido es popular entre el electorado negro. Irá al barrio de Greenwood tras un año en el que la violencia policial contra los afros ha resurgido.
Una crónica sobre este suceso histórico fue elaborada por la AFP. Entre muchos tomaron declaración de Bobby Eaton, de 86 años, residente del barrio y antiguo activista de los derechos civiles. “Vinieron y destruyeron Greenwood y lo quemaron todo”, dijo a la prensa francesa.
Masacre racial de Tulsa
Hace una centuria la detención de un joven negro desencadenó el odio. El déjà vu que se repite desde que en 1619 los hacendados eligieron pasar a la economía de esclavos. En 1921 un joven fue acusado de agredir a una mujer blanca. Los supuestos desencadenaron uno de los peores estallidos de violencia racial jamás vistos en el país. Se le conoce como la masacre racial de Tulsa.
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Los linchamientos contra los africanos, no tienen 100 años en EEUU y desde luego hace una centuria no pararon. El 31 de mayo de 1921 el odio contra los negros rebozó. Tras la detención de Dick Rowland, cientos de blancos furiosos se reunieron frente al juzgado de Tulsa. Advirtieron a los residentes negros que un linchamiento era inminente. Es una forma de muerte sin justicia habitual en la época y hasta hace poco, en la década de 1960. La masacre racial de Tulsa fue premeditada, fue advertida.
Según datos de la crónica de Lea Dauple de la agencia AFP, para el momento se intentó crear una contención. Un grupo de veteranos afroestadounidenses de la Primera Guerra Mundial, algunos armados, se movilizó para intentar proteger a Rowland.
Investigadores del EEUU no solo creen que fueron masacradas 300 personas, también se linchó la prosperidad económica de esos afroestadounidenses. A principios de ese verano la tensión aumentó y se produjeron disparos. Los residentes negros, menos numerosos, se retiraron a Greenwood. Un vecindario conocido en aquella época por su prosperidad económica y sus numerosos negocios.
Amanecer sangriento en Tulsa
Al día siguiente, al amanecer de ese 1921, la sangre brotó. Los hombres blancos saquearon e incendiaron los edificios, persiguiendo y golpeando a los negros que vivían allí.
Durante todo el día saquearon Black Wall Street. La policía no sólo no intervino sino que se sumó a la destrucción. Los demonios no pararon hasta dejar todo en ruinas y cenizas. Mataron a 300 personas en el proceso. La destrucción dejó a unas 10.000 personas sin hogar.
Con una gorra azul en la cabeza y una camiseta conmemorativa revivirán este año la masacre racial de Tulsa. El citado octogenario Bobby Eaton tendrá una. Él se se siente marcado por este acontecimiento que nunca vio. Sin embargo oyó hablar acerca del suceso de niño en la barbería de su padre.
“Aprendí mucho sobre los disturbios cuando era muy joven, eso nunca ha abandonado mi memoria”, dijo.
Ajusticiaron a la prosperidad
En la masacre racial de Tulsa poco importaba el honor de la mujer blanca. Según los activistas de ayer y de hoy los blancos buscaban una excusa para atacar la prosperidad de loes afroamericanos. En su opinión, similar a la de muchos vecinos, fue la prosperidad de los afroestadounidenses la que desencadenó la destrucción.
“Eso provocó una gran cantidad de celos, y todavía lo hace. “Esa mentalidad que destruyó Greenwood en gran medida todavía existe aquí mismo en Tulsa”, dijo Eaton. Incluso 100 años después de la masacre, las tensiones raciales persisten.
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En el Black Wall Street Liquid Lounge, Kode Ransom, un negro de 32 años, luce largas rastas y una gran sonrisa mientras recibe a los clientes. Es el cogerente del negocio, pero no es dueño de las paredes que lo rodean. La cafetería lleva el nombre en homenaje a la época dorada del barrio.
“La gente oye ‘Black Wall Street’ y piensa que está completamente controlado por los negros. En realidad, no es así”, afirma. Ransom calcula que en Greenwood existen unos 20 negocios de propiedad afroestadounidense, y todos ellos pagan un alquiler.
“No somos dueños del terreno”, dice.