En la tercera semana de marzo, las estaciones científicas de la Antártida Oriental registraron temperaturas de hasta 40°C, una cifra sin precedentes según la Organización Meteorológica Mundial.
Por ejemplo, detalló la OMM, la estación rusa Vostok, situada en el centro de la meseta de hielo antártica, alcanzó un máximo provisional de -17,7 grados centígrados, el anterior récord era de -32,6. La estación rusa, situada a 3420 metros de altitud, tiene el récord oficial de temperatura más baja del mundo: -89,2°, según registra el Archivo de Extremos Meteorológicos y Climáticos de la Organización.
Luego, vinieron las lluvias, «son poco frecuentes en la Antártida, pero cuando se producen tienen consecuencias en los ecosistemas -sobre todo en las colonias de pingüinos- y en el balance de masas de la capa de hielo. Afortunadamente, ya no hay pingüinos en esta época del año, pero el hecho de que esto ocurra ahora en marzo es un recordatorio de lo que está en juego en las regiones periféricas: la fauna, la flora y la estabilidad de la capa de hielo», afirmaron Etienne Vignon y Christoph Genthon, científicos franceses de la Organización.
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Los hechos se produjeron justo después de que el hielo del mar Antártico alcanzara su extensión mínima tras el deshielo del verano, y cayera por debajo de los dos millones de kilómetros cuadrados por primera vez desde que comenzaron los registros satelitales del Centro de Datos Nacional sobre Nieve y Hielo de Estados Unidos en 1979.
Ya hubo señales de alarma. Justo antes del inicio de la ola de calor, la plataforma de hielo Conger situada en la Antártida Oriental -una superficie flotante del tamaño de Roma o Nueva York- se desprendió del continente el 15 de marzo de 2022.
La capa de hielo de la Antártida tiene un grosor máximo de 4,8 km y almacena el 90% del agua dulce del mundo, una cantidad suficiente para elevar el nivel del mar en unos 60 metros si se derritiera.