Eliud Kipchoge, el súper maratonista keniano, podría llevar una vida plagada de lujos y comodidades, pero entrena en un campo de tierra donde pastan las vacas.
Para muchos occidentales todo aquello resulta chocante y por ello algunos medios han acudido al Gran Valle del Rift, donde habitan los Kalenjin, la tribu donde nacen atletas voladores, los mejores fondistas del mundo.
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Y es que el vigente plusmarquista no entiende de comodidades. Lleva 17 años en Kaptagat, Kenia. Allí comparte una modesta habitación y pasa sus días con otros súper atletas de fondo.
Kipchoge fue un niño huérfano de padre a quien la vida lo enseñó a golpes a no rendirse jamás. Es el menor de cuatro hermanos quien fue criado por su madre, una maestra de jardín de infancia. Vendía leche de ganado para poder ayudar en casa. Comenzó a correr por necesidad, para ir a la escuela y no llegar tarde a clases.
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Hoy cuando se encuentra en el altar de los grandes dioses fondistas prefiere una vida austera, nada que no esté al alcance de cualquiera. Hace poco las autoridades le plantearon al actual poseedor del récord mundial de maratón y dos veces campeón olímpico, la posibilidad de llevar una aplanadora para allanar la irregular pista. Pero Kipchoge rechazó la oferta.
A las cinco de la mañana suena un timbre de bicicleta atornillado a la pared. Los atletas se levantan, encienden la leña, preparan un té y salen a correr entre las vacas y gallinas junto a Kipchoge.