Cuando el nadador estadounidense Caeleb Dressel llegó a Tokio, todas las miradas estaban puestas en él y tras concluir su participación se marcha con cinco medallas de oro y las llaves del Olimpo.
A Dressel se le escapó una de las seis preseas doradas que tenía entre ceja y ceja. Hoy los expertos aseguran que se ganó el derecho a reclamar el trono que dejó el Tiburón de Baltimore, el legendario Michael Phelps después de los juegos de Río 2016.
Desde que Phelps se retiró, el deportista olímpico más condecorado de todos los tiempos con un total de 28 medallas, el mundo de la natación buscaba llenar ese vacío. Pero Dressel parece negarse a asumir semejante responsabilidad.
“Yo no nado para que me recuerde nadie. Para mí, lo único que importa soy yo mismo, mi entrenador, mis compañeros y la piscina. No pretendo ser famoso. Solo quiero ver hasta dónde puedo llegar, explorar mis límites”, comentó antes de arribar a la cita de Tokio.
De hecho, hace algunos días, tras colgarse la medalla de oro en la prueba de relevo 4×100 estilo libre regaló su medalla. Se la quitó del cuello y se la dio a su compañero Brooks Curry quien había nadado con el equipo en las eliminatorias y fue reemplazado por Dressel.
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“Sentí que la merecía más que yo, no guardo nada de esas cosas, estuve ahí disfrutando de la carrera. No necesito un pedazo de metal para acordarme de eso”, dijo Dressel en una entrevista para la cadena NBC.
El Águila de Florida ganó oro en 50 metros libres, 100 metros libres, 100 metros mariposa, 1×100 libres y 4×100 combinado. Desde ya es el cuarto nadador en la historia en obtener un ramillete de cinco preseas doradas en una sola justa olímpica.
Por lo pronto, Dressel asume su éxito con humildad y acompañado de su fe católica. Él encuentra su inspiración en Dios. El tatuaje del águila que lleva sobre su hombro izquierdo refiere al pasaje de Isaías 40:31: “Pero los que confían en el Señor tendrán nuevas fuerzas, levantarán sus alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán”.