La justicia condenó este jueves a la estrella de cine Brigitte Bardot por insultos racistas, al calificar a los habitantes de la isla francesa de la Reunión, en el Índico, de autóctonos que «conservaron sus genes salvajes».
Un tribunal de Saint-Denis de la Reunión impuso 20.000 euros de multa (23.000 dólares) a la exactriz de 87 años, así como 4.000 euros (4.600 dólares) para su asistente de prensa por complicidad.
Bardot, conocida por su defensa de la causa animal, envió en 2019 una carta al entonces delegado del gobierno en esta isla, denunciando la «barbarie de los reunioneses con los animales».
«Los autóctonos conservaron sus genes salvajes», escribió la protagonista de Y Dios creo la mujer, que comparó La Reunión con «la isla del diablo», cuya «población degenerada» está aún «imbuida» de «tradiciones bárbaras».
Sus declaraciones provocaron una ola de indignación. La entonces ministra de Ultramar, Annick Girardin, le escribió una carta abierta para decirle que «el racismo no es una opinión, es un delito».
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Aunque se disculpó con los habitantes de La Reunión, justificó sus palabras por el «trágico destino» de los animales de la isla, una «tontería», para Axel Vardin, uno de los abogados de los demandantes.
Para su abogada defensora, Catherine Moissonier, la defensa de los animales «es la vida de Brigitte Bardot».
Bardot, hastiada por el desgaste de la gloria y la persecución de los paparazzis, decidió en 1973, con 38 años, poner fin a su carrera y consagrarse, desde entonces, a su segunda vida: la causa animal.
Brigitte Bardot sufrió de ambliopía cuando era pequeña. Un padecimiento que consiste en la reducción de la visión de un ojo, pero a penas empezó a llamar la atención se convirtió rápidamente en un sex symbol de la época.
Surgió como un mito erótico desde los años 50 a los años 60. Comenzó su carrera como modelo y logró protagonizar algunas de las revistas más importantes de la moda francesa. Ente ellas, Elle, cuya portada muestra un primer plano de la joven en diciembre del 56, o la portada de la revista Squire, en donde posó con una toalla rosa cubriéndole el torso, el pelo enmarañado y el característico maquillaje sobrecargado en los párpados.
«Y Dios creó a la mujer» (1957), fue la cinta que revolucionó el canon de belleza de la época, sacudió a la sociedad francesa y le dio la fama a la actriz.