Las catástrofes naturales no se alejan de Puerto Rico. La inusual actividad sísmica que desde el 28 de diciembre del año pasado se registra en la isla caribeña golpea una vez más a más de tres millones de habitantes que, en su mayoría, duermen a la intemperie por temor a que una pared les caiga encima.
El terremoto de magnitud 6,4 que sacudió la isla el martes 7 de enero llegó cuando todavía los boricuas tienen vívido el recuerdo de aquella larga noche del 20 de septiembre de 2017 cuando el huracán María, con brutales ráfagas de hasta 300 kilómetros por hora, destruyo infraestructuras, dejó daños por cien millones de dólares y causó la muerte de más de tres mil personas.
Actualmente, como en aquella ocasión, la totalidad de los pobladores quedaron sin servicio eléctrico por varios días, aunque en 2017 algunos no recuperaron el suministro hasta un año después.
Los movimientos telúricos de los últimos días han dejado saldo de 4.471 refugiados según información ofrecida por la gobernadora Wanda Vázquez, quien se reunió con los alcaldes de los municipios del área sur de la isla que son los más afectados.
El trabajo de recopilación de datos continua, sin embargo la cifra preliminar de daños provocados por los sismos es de 110 millones de dólares dijeron las autoridades.
La gobernadora indicó que se han tomado las medidas necesarias para transportar a las personas con problemas médicos a lugares más seguros de ser necesario y resaltó que si no está en marcha un plan de traslado de personas con problemas físicos a la capital u otros puntos del norte de la isla es porque los afectados no quieren esa posibilidad al tener apoyo familia en el sur.
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Mientras tanto más de cuatro mil personas permanecen en escuela y estadios.
“Nos han tratado muy bien, pero la comida ha llegado tarde y no lo digo por mí, sino por mi madre de 93 años que necesita comer y no tenemos nada más. Ella es diabética y como ella hay otras personas mayores en las mismas condiciones”, dijo Gladys Rivera, vecina de las Parcelas Amalia Marín.
Neftalí Hernández, un hombre que supera los 50 años y que tiene prótesis en las dos piernas, permanecía acostado en un catre en el área de la entrada principal de la escuela Bernardino Cordero. Relató que al momento del terremoto del martes se encontraba en su apartamento ubicado en el piso 16 de la cooperativa La Ceiba, reseñaron medios locales.
“Se agrietó el piso y nos desalojaron. Me llevé lo que pude, no tengo quien me ayude. Le pido a Dios que se aguante esto porque hay mucha gente mayor y niños en padeciendo por esta situación.
Contrario a lo que acontece cuando se trata de huracanes, que se indica a los refugiados cuándo pueden regresar a sus casas, en este caso la operación del refugio no parece tener fecha de cierre.
Actualmente hay unos 30 refugios repartidos por 14 municipios del sur de la isla. Muchos de ellos están ocupados por personas que no se atreven permanecer en sus casas ante el temor de que nuevos sismos provoquen el hundimiento de sus viviendas.
El territorio caribeño seguía registrando réplicas del terremoto del 7 de enero que dejó un muerto y cientos de estructuras dañadas, razón por la que siguen fluyendo hacia los refugios los ciudadanos.