Durante una visita al personal médico que combate en la primera línea contra el coronavirus, el presidente de China, Xi Jinping, calificó al virus como un “demonio” y se mostró ante las cámaras con una mascarilla, en su primera aparición pública desde que se desató el brote de la también llamada “neumonía de Wuhan”, que hasta el lunes 10 de febrero había contagiado a unas 40.171 personas y ha dejado 908 muertos, según datos oficiales.
Xi se había mantenido al margen y había nombrado al primer ministro, Li Keqiang, al frente de un grupo de trabajo para enfrentar el brote. Pero el lunes, el mandatario apareció en el hospital Ditan de Beijing, desde donde se comunicó vía videoconferencia con los médicos que trabajan en Wuhan.
La comparecencia pública de Xi ocurre justo cuando millones de personas regresaban a sus funciones habituales el lunes después de unas vacaciones de Año Nuevo Lunar prolongadas por el Gobierno, en uno de sus intentos por frenar la propagación de la enfermedad.
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Sin embargo, millones de personas de la provincia de Hubei, donde comenzó el brote deben seguir confinadas.
Fuera de la provincia en cuarentena muchas compañías limitan el personal. Las autoridades chinas han tratado de proyectar una imagen de normalidad institucional y animan a las empresas a que reanuden su actividad siempre que tomen “medidas de precaución”. No obstante en grandes ciudades la mayoría de los comercios y bancos siguen cerrados y el transporte público prácticamente vacío. La presencia de Xi ha sido vista como un intento por impulsar a las empresas a volver al trabajo, “pero de manera ordenada”.