Ningún país de América Latina está hoy ajeno al impacto generado por el paulatino y progresivo éxodo que se registra en Haití, el país más pobre del hemisferio occidental. Ante este hecho la ONU ha exigido respeto a los derechos humanos de los migrantes.
Desde aquel devastador terremoto de los 316 mil muertos que asoló a la empobrecida isla en enero de 2010, sus calles comenzaron a vaciarse. Luego, a la catástrofe se le sumó una espiral de violencia, el hambre y una feroz crisis política que engendró la migración.
Familias enteras se radicaron en diferentes naciones de la región con la esperanza de llevar una vida tranquila y decorosa. Sin embargo, la pandemia acabó con sus sueños, quedaron desempleados y ahora pretenden llegar a Estados Unidos y quemar su último cartucho.
A su infortunio se le añade que al pisar suelo estadounidense son expulsados de inmediato. Los envían de vuelta al infierno de donde huyeron. Estas recientes masivas deportaciones han generado todo tipo de reacciones a lo largo de todo el mundo.
Ahora cuatro agencias de la ONU recuerdan que fenómenos naturales extremos, crisis políticas y sociales, han dado lugar a la desbandada. Por ello instan a Estados Unidos a dejar de expulsar a los migrantes haitianos sin antes sopesar sus necesidades y garantizarles los derechos humanos.
En un comunicado conjunto, la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos solicitaron ofrecerles mecanismos de protección para que accedan a vías migratorias regulares.
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Las agencias recordaron que estas personas “tienen motivos bien fundamentados para solicitar protección internacional como refugiados. Otras pueden tener necesidades de protección distintas y el derecho internacional prohíbe las expulsiones colectivas.
Recordaron que una cifra significativa de migrantes haitianos que ha llegado a países de América Latina solicitó protección como refugiados. Aseguran ser víctimas de la trata de personas, la violencia basada en género o huyeron de las pandillas. Además hacen hincapié en acoger a los miles de niños no acompañados o separados de sus familias.
El éxodo haitiano procedente de Chile y Brasil genera presión en la frontera de Colombia y Panamá. Del lado colombiano hay unas 19.000 personas que esperan cruzar la peligrosa selva del Darién para entrar en Centroamérica.
Según las autoridades panameñas, más de 86.000 migrantes viajan hacia el norte sin saber lo que les espera. Junto a ellos también caminan cubanos, venezolanos, africanos y asiáticos.