El pueblo andaluz de Algar, al sur de España, tiene una linda costumbre que ha permanecido por siglos y es patrimonio, al menos de sus más de 1,400 habitantes, quienes sacan una silla todas las tardes y comienzan a conversar de cualquier cosa.
Esa unidad de vecinos y sus fantásticas charlas es lo que motivó a las autoridades locales a registrarse en el proceso para que la Unesco designe a esta actividad como un patrimonio intangible de la humanidad. Según el alcalde de Algar, esto es lo opuesto a las redes sociales, pues aquí la gente habla frente a frente y construye relaciones profundas.
Es, además un ritual nocturno de verano en gran parte de España: a medida que el calor sofocante del día disminuye, se sacan sillas a la calle para charlar al aire libre.
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El objetivo es proteger la costumbre centenaria de la amenaza invasora de las redes sociales y la televisión, dijo José Carlos Sánchez, alcalde de Algar.
Sánchez solicitó recientemente que se agregue la costumbre a la lista de patrimonio cultural inmaterial de la Unesco, con la esperanza de poder ganar un lugar en un catálogo que abarca desde el arte de hacer pizza napolitana hasta la cultura de la sauna en Finlandia y una competencia de corte de césped en Bosnia y Herzegovina.
Sánchez, quien regularmente pasa agradables tardes de verano en la puerta de la casa de su madre de 82 años, se apresura a enumerar los muchos beneficios de lo que se conoce como charlas al aire libre, a partir del ahorro de energía obtenido al apagar el aire acondicionado durante unas horas al sentido de comunidad que se forja cuando los vecinos comparten los chismes del día o comentan las últimas noticias.
Los residentes de la pequeña aldea han reaccionado calurosamente a su candidatura por el estatus de patrimonio mundial.