Durante mucho tiempo las agencias internacionales han calificado a la selva de Darién como la más mortífera y peligrosa para los migrantes, pero en México hay un cruce fronterizo que resulta igual o peor.
El más destructor es el cruce fronterizo entre México y Estados Unidos situado en Tapachula, estado de Chiapas. Para la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), esta zona es el verdadero “corredor de la muerte”. Esconde miles de peligros para las personas que desean establecerse en tierras estadounidenses.
Allí la OIM se ha cansado de documentar dantescos casos. La riesgosa zona es, en la actualidad, escenario constante de violaciones de derechos humanos donde se desaparece o se muere.
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Durante el primer semestre de este año, 337 migrantes murieron en el continente americano en su intento por llegar a Estados Unidos. De todos ellos, 222 fallecieron en México, según estadísticas de la OIM.
El trayecto de Tapachula es el que ha cobrado más vidas o la gente desaparece como si nada. Allí las bandas de coyotes pululan sin que las autoridades lo impidan.
En su último informe sobre las tendencias migratorias en Centroamérica, Norteamérica y El Caribe, la OIM subraya que el ahogamiento ha sido la principal causa de muerte de migrantes. Luego se encuentran otros motivos como condiciones ambientales extremas, falta de albergue y acceso a servicios de salud. El que se enferma muere.
La mayoría de los migrantes que han fallecido en territorio mexicano durante su trayecto a Estados Unidos eran oriundos de Honduras, Guatemala y El Salvador. En los últimos años y meses se documenta el incremento de indocumentados procedentes de Venezuela, Nicaragua y Cuba, los tres regímenes comunistas de la región.
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“Los migrantes que transitan a través de México y Centroamérica enfrentan habitualmente experiencias de marginalización y vulnerabilidad mientras viajan por vías irregulares. El aumento en los controles y la vigilancia de la migración en todo México ha hecho que las personas deban recurrir a rutas más remotas y clandestinas. Estas rutas con frecuencia implican tomar medios de transporte inseguros y caminar a través de largas franjas de terreno desolado en donde los migrantes con frecuencia deben enfrentar abusos y extorsión”, añade la OIM en su informe.
Para sobrevivir los migrantes deben muchas veces sortear el desierto de Sonora con su calor abrasador y escasas fuentes de agua. Los que no mueren de calor, fallecen de sed. El poderoso Río Bravo también esconde mortales sorpresas para las personas que intentan cruzarlo.