Para el humilde brasileño Italo Ferreira, el primer campeón olímpico en surf, imposible es una palabra que sólo se encuentra en el diccionario de los necios.
La frase que en realidad corresponde a Napoleón Bonaparte permite delinear la odisea que tuvo que enfrentar el atleta para coronarse en la disciplina. Y es que Ferreira le plantó cara al destino con perseverancia, constancia y decisión.
En septiembre de 2019, antes de viajar a Japón para clasificarse a los Juegos Olímpicos en el Mundial de Surf, tuvo uno de sus primeros percances. Mientras entrenaba en Estados Unidos unos ladrones le abrieron el auto y le robaron sus pertenencias, entre ellos el pasaporte y la visa para ingresar al país nipón. Por ello no pudo volar a tiempo.
¡EL primer campeón olímpico de #Surf en la historia!🏄♂️
🇧🇷Italo Ferreira fue el ganador de la presea dorada #Oro e inscribió su nombre en la historia de los #JuegosOlimpicos en #Tokio2020 @italoferreirapic.twitter.com/x7VCQWKX6l— +Sports (@edwingamboa_) July 27, 2021
Sin embargo, tras resolver los inconvenientes un tifón provocó que retrasaran el vuelo. El desastre natural tampoco pudo detener a Ferreira quien logró llegar a la playa con la prueba ya empezada.
El surfista se alistó en apenas nueve minutos y salió a enfrentar las olas con un inusual e improvisado pantalón jean y una tabla prestada. Aun así logró clasificarse ante la incrédula mirada de los jueces. Este martes 27 de julio el brasileño se alzó con la medalla dorada de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 luego que su tabla se partiera en dos cuando realizaba una maniobra en las agitadas aguas de Tsurigasaki.
Pero a Italo Ferreira la vida nunca le había sonreído. Sus raíces se enmarcan en el empobrecido pueblo costero Bahía Formosa, situado al noreste de Brasil. Justo allí, desde niño, comenzó a domar las olas en tablas inventadas con las tapas de cajas plásticas donde su padre guardaba el pescado que vendía para mantener a la familia.
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A los diez años un primo le prestó una tabla rota, pero después su padre le compró una, la cual pagó con un pescado y dinero en efectivo. Ahora es uno de los mejores surfistas del globo. Cada vez que una ola lo revuelca, se levanta y echa a andar de nuevo.
En Tokio dos miembros de su equipo lo sacaron en hombros del agua. Italo estaba agotado y sus ojos no paraban de llorar. “Cuando vienes de abajo, cuando pasas dificultades, uno tiene más voluntad, más garra, más determinación. La vida no ha sido diferente conmigo”, dijo el campeón surfista a los periodistas del diario brasileño O Globo.