El viejo correo estadounidense sigue infundiendo temores en el ya candidato oficial por el partido republicano, Donald Trump, quien al dirigirse a sus seguidores, tras conocerse que la convención nacional del GOP había otorgado a él la representación para las presidenciales, advirtió sobre las posibilidades de fraude que existen en el voto por correo.
Con una órbita de hackers multinacional flotando alrededor de los Estados Unidos, donde en un amplio porcentaje los votos son recogidos por máquinas electrónicas conectadas online, el presidente de la nación más poderosa del mundo insiste en señalar como un peligro al correo de los Estados Unidos, el lugar desde donde a su entender podrían salir votos faudulentos que lo hagan perder su hipotética relección.
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Hace menos de una semana el Jefe de Estado dijo a los medios que en su opinión las venideras elecciones del 3 de noviembre se ganarían o perderían con un margen muy pequeño de diferencia. Esta convicción tal vez es la que lo hace valorar el presunto fraude que llegaría por correo como una amenaza a sus intereses.
Vítores de la convención
“¡Cuatro años más, cuatro años más!”. Así gritaban los asistentes a la convención republicana a la que se dirigió el Jefe de Estado, quien rodeado de banderas estadounidenses se dio un baño de cariño de sus correligionarios.
Precisamente en ese escenario Trump pidió a los votantes que tuviesen “mucho, mucho cuidado” con las irregularidades que puedan cometerse con el voto por correo, una modalidad que será muy importante por la pandemia.
“Esta es la mayor estafa de la historia y digo del mundo, no solo de nuestra nación”, aseveró Trump, quien acusó a los demócratas de estar intentando “robar” el triunfo a los republicanos y exclamó: “¡La única forma en la que los demócratas nos robarán esto es si la elección está amañada. Vamos a ganar estas elecciones!”.
Fraude y desprestigio
El estilo de la campaña de Donald Trump será más complicado y duro que el de su primera experiencia. El desprestigio y las conspiraciones serán herramientas con las que trabajarán en el marco de las comunicaciones con sus seguidores.
Trump ha emprendido una campaña de desprestigio contra el voto por correo y, en junio, nombró como director del Servicio Postal de EE.UU. a Louis DeJoy, un donante de su campaña que hizo recortes que estaban provocando retrasos en la llegada del correo, aunque tuvo que suspender esos cambios en los últimos días.
Esta es la primera vez que Trump se dirige a la convención republicana, que se celebra en Charlotte (Carolina del Norte) y a la que han acudido un número reducido de delegados, 336 de los 2.551, que votaron para confirmar al presidente como candidato para las elecciones.
En su discurso, el mandatario prometió que si es reelegido “contratará a más policías”, fortalecerá las Fuerzas Armadas, nombrará a más jueces contrarios al aborto y seguirá con su política exterior proteccionista con gravámenes para los países que se “aprovechan” de EE.UU., como China, a la que volvió culpar de la pandemia.
Armas y apluasos
De acuerdo a la crónica periodística dos alucicones en el encuentro de hoy de Trump con la Convención desataron los aplausos de los correligionarios conservadores. Cuando prometió que protegerá el derecho de los estadounidenses a portar armas fue la primera declaración que fue aplaudida con delirio. La segunda, cuando en referencia a los demócratas exclamó: “¡Nuestro país nunca será un país socialista!”, a lo que el público respondió con gritos de “aleluya” y “¡U-S-A!, ¡U-S-A!”.”
Desde luego fue de esperarse los ataques contra su rival Joe Biden, a quien no deja de desacreditar.
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El mandatario tiene previsto hacer una aparición cada una de las cuatro jornadas que durará la convención, rompiendo la tradición que normalmente aplaza hasta el último día el momento estelar para el candidato del partido, según han adelantado varios medios.
Trump aceptará la nominación para ser reelegido con un discurso que pronunciará en directo el jueves 27 desde la Casa Blanca, un escenario cuya elección ha generado algunas críticas, dado que se supone que los presidentes no deben usar la residencia oficial o edificios federales para actos de campaña.