Las enfermedades que padecieron su madre y abuela, motivaron desde la adolescencia a Giselle Valdés a interesarse en la búsqueda de la cura de esas enfermedades. Hoy es una de las nueve mujeres graduadas del programa “Worlds Ahead” de la Universidad Internacional de Florida (FIU) y se alista para estudiar en MIT.
Hija inmigrantes cubanos, ambos ingenieros, la joven de 21 años residente en Miami, fue parte del equipo de científicos del Massachusetts Institute of Technology (MIT) que completó un importante programa sobre la mutación que causa el síndrome de Treacher Collins, una enfermedad que afecta el desarrollo de los huesos y el tejido facial.
Su inclinación por las investigaciones genéticas comenzó desde que era una niña y debió enfrentar el impacto que significó ver a su abuela enferma de Alzheimer y a su mamá con esclerosis múltiple.
“Al cuidarlas me di cuenta cómo una enfermedad seria, puede transformar toda tu vida y la de la familia”, dijo la estudiante en entrevista con EFE.
“Una de las primeras cosas que hice fue leer las recetas médicas que les dieron y me sorprendí al descubrir que todos esos medicamentos no estaban curándolas sino únicamente atendiendo sus síntomas para que se sintieran más cómodas. Me sentí muy desilusionada”, confesó.
Valdés relata que decidió transformar su frustración en algo positivo y trabajar en cómo buscar la cura, no solo para las enfermedades que afectaban a su familia sino también para otros males.
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A los 18 años fue parte de un equipo médico que investigó dos clases de medicamentos de quimioterapia y cómo interactúan con el ADN de los pacientes.
“Descubrimos que en ciertas áreas del ADN compiten entre sí mientras que en otras se ayudan, ahora necesitamos ir determinando en qué otras áreas sucede eso”, explicó sobre una investigación en curso cuyos primeros hallazgos se publicaron en la revista especializada Journal of Biophysics.
“Cuando vi que esa investigación en la que yo había tomado parte estaba en un documento tan importante, que iba a ser visto por muchos médicos y científicos, confirmé que esto es lo que quiero hacer con mi futuro: Seguir ayudando a que comprendamos mejor cómo curar las enfermedades”, refirió.
También menciona con especial satisfacción su participación en un proyecto de ingeniería científica que realizó en el Hospital Mount Sinai de Miami, y en el que a través de una cámara infrarroja se desarrolló “un sistema de tránsito de luz que va a ayudar en el estudio del hueso y su movimiento”.
“Sé que suena muy complejo, pero fue muy emocionante contribuir a que ese sistema sea ahora más preciso para analizar enfermedades óseas”, indicó la joven cuya pasión por la ciencia absorbe por completo su tiempo sin dejar espacio para fiesta o bailes.
“Está bien si a la mayoría de los jóvenes eso les divierte, qué bueno. Yo encuentro que es muy divertido estar en un laboratorio descubriendo cosas nuevas. También me encanta llevar a mi abuelita y a mi mamá a Disney World. Les fascina ir allí y yo me divierto mucho al verlas caminando por el parque y sonreír”, señaló.
Cuando se le pregunta si se ve como un referente para otras mujeres hispanas, no muy presentes en el mundo de la ciencia, dice que si alguien la observa así eso la compromete a dar el mejor ejemplo posible “para que ellas sientan este interés tan profundo por la ciencia que siento yo, y puedan abrirse campo en un mundo dominado por hombres, hasta ahora”, manifestó.
“Una mujer hispana puede lograr todo lo que se proponga”, asegura la joven que la semana pasada se graduó “Summa Cum Laude” como ingeniera de Ciencia Biomédica en la FIU y ha recibido ofertas para continuar sus estudios en Harvard y el MIT, decantándose por la última.
“Harvard era una oportunidad fascinante, pero ya había estado en el verano en MIT y me enamoré de su filosofía y del equipo de científicos con el que trabajé. Me trataron muy bien”, reconoce.
Al fin y al cabo por las aulas del MIT han pasado 90 premios Nobel, un aspecto que habla del compromiso de la institución con sus estudiantes, como dice Valdés, quien en pos de su meta de hallar la cura a todas las enfermedades posibles, estudia y trabaja muy fuerte, porque al fin y al cabo “la ciencia nunca para”.
“Eso sí, sin descuidar a mi familia. Me encanta, después de salir del laboratorio llegar a casa de mi abuelita y que me cuente si dio mangos su mata, o que mi mamá me cuente cómo pasó su día, porque el amor de mi familia es lo que me inspira”, afirma.