La mayor parte de Venezuela se quedó sin energía desde las 4:50 de la tarde (hora local) del jueves 7 de marzo por un apagón masivo que a más de 48 horas de su inicio seguía afectado a varios estados del país. Pocos apagones han durado tanto o han sido tan extendidos como este.
Informes no oficiales difundidos por medios locales y por usuarios de las redes sociales reportaron que la pérdida de energía afectó a por lo menos 21 de los 23 estados que conforman la geografía venezolana.
El origen del apagón está claro: Guri (Estado de Bolívar), una de las mayores represas de generación de energía eléctrica en América Latina, solo superada por la de Itaipú (entre Brasil y Paraguay). El motivo, casi 24 horas después, era una incógnita. El Gobierno de Maduro aseguró, desde un primer momento, que se había tratado de un sabotaje y responsabilizó a la oposición y a Estados Unidos. En ningún caso especificó en qué había consistido el fallo.
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Nunca un problema de suministro eléctrico ha puesto tanto en evidencia la crítica situación del país. Lo que en un principio se pensó que sería un corte más, uno de esos que se repiten a cada rato en cualquier ciudad del país se prolongó durante interminables horas con una mayor dosis de hartazgo, miedo y desesperación por parte de los ciudadanos.
La crisis evidencia el abandono del sistema eléctrico por parte del Gobierno socialista iniciado por Hugo Chávez y continuado por Nicolás Maduro.
El Gobierno de Venezuela ha asegurado que el apagón masivo es producto de una “guerra eléctrica” y un “sabotaje” en la principal hidroeléctrica del país, el Guri. Sin embargo, la oposición y varios expertos responsabilizan al gobierno socialista por falta de inversiones y corrupción en el mantenimiento de la infraestructura en medio de una grave crisis económica.
En la noche del jueves, el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, dijo que se había recuperado el servicio en el este de Venezuela y que se seguía trabajando para restablecer la luz en el resto de los estados y la capital. Pero usuarios de redes sociales y fuentes consultadas por la agencia de noticias Reuters informaron en ese momento que en zonas del este del país seguían sin el servicio y desmintieron al alto funcionario.
Corpoelec, la compañía eléctrica estatal, habló en su cuenta de Twitter de un “sabotaje” en la central hidroeléctrica del embalse de Guri, en el este del país.
“Hemos sido objeto nuevamente de la guerra eléctrica”, aseguró el ministro de Energía Eléctrica, Luis Motta Domínguez mientras que la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, informó que para este viernes se había ordenado la suspensión de las actividades escolares y laborales “con el objetivo de poder facilitar las labores y los trabajos de recuperación del servicio eléctrico”.
Escenas oscuras
Tras una noche a oscuras, el país completo amaneció el viernes 8 de marzo en el limbo tras pasar más de 13 horas sin electricidad. Las clases en instituciones escolares suspendidas al igual que la actividad laboral en organismos públicos y la mayoría de entes privados. Las calles se observaron mayormente vacías mientras en los hospitales hacían malabares para operar en la oscuridad y utilizando la energía limitada a la que tuvieron acceso. Muchos centros de salud en Venezuela no cuentan con plantas eléctricas de emergencia y las que existen funcionan en condiciones precarias.
El sábado en la mañana en algunas zonas estaban recobrando la energía eléctrica pero en pocos momentos volvió a fallar.
En un país donde los alimentos son escasos y para mucha gente los precios para adquirirlos son exorbitantemente altos, los suministros guardados en refrigeradores comenzaron a descongelarse y eventualmente a pudrirse.
Cocinar la comida antes de que se dañe o regalarla, salir a buscar hielo seco para mantener frías las medicinas, intentar llenar los tanques de gasolina de los vehículos, apertrecharse con algún alimento imperecedero. La contingencia que se alargaba y amenazaba con convertirse en una emergencia.
“Tenemos la poca comida descongelada y caliente”, se quejó la señora Maribel Acosta en la ciudad de Valencia, en la zona central del país. “No tenemos electricidad, ni internet, señal en el celular de vez en cuando. No sabemos de nadie, no salen llamadas ni por el teléfono fijo”. Así describe una ama de casa una escena que en la calle luce como un raro apocalipsis tropical.
El apagón provocó que los vuelos se desvíen del aeropuerto principal de Caracas, el Simón Bolívar de Maiquetía, y que el transporte terrestre resultara interrumpido. El corte de energía afectó el Metro en Caracas y Valencia por lo que muchos trabajadores tuvieron que caminar varios kilómetros para llegar a sus casas.
Las redes sociales, habitualmente hiperactivas, estaban en silencio ya que buena parte del país quedó sin acceso a internet. La propia televisión estatal salió del aire.
También se vio afectado el servicio telefónico, tanto de voz como de datos. Las comunicaciones se volvieron una quimera, lo que también golpeó a la información. En Venezuela, las redes sociales se han convertido en un resquicio ante el bloqueo informativo y la propaganda oficialista. En esta ocasión, los vídeos e imágenes no fluían como de costumbre.
Largas filas se registraron en las pocas estaciones de servicio para cargar combustible, que tienen servicio de energía en Caracas, Valencia, Maracay y Barquisimeto entre otras grandes ciudades.
Máxima vulnerabilidad
En su informe de víctimas fatales causadas por el apagón la organización Médicos por la Verdad solo tenía confirmado el fallecimiento de dos bebés, uno en el hospital de niños J.M. de los Ríos y otro en los Magallanes de Catia, ambos en Caracas.
En su balance hasta las seis de la tarde del viernes 8 de marzo este grupo, liderado por el doctor Julio Castro, señaló que han tenido contacto con 23 hospitales, de los cuales solo 12 cuentan con planta eléctrica.
En el Hospital Universitario de Caracas, Marielsi Aray de 25 años, murió la madrugada de este viernes luego de que los equipos que la mantenían respirando se detuvieron por el apagón generalizado que agravó una situación sanitaria ya crítica por la falta de insumos y medicamentos.
José Lugo, tío de la fallecida dijo que “los médicos trataron de reanimarla de forma manual, pero se descompensó y murió a las dos de la madrugada”.
El novio Marielsi y varios amigos la bajaron por las escaleras en la camilla ante la falta de ascensores, contó Lugo.