Ser padre es una de las tareas más importantes y desafiantes que alguien puede asumir. Como padres, se debe estar consciente de que las propias experiencias de la infancia pueden influir en cómo se crían a los hijos. Si no se han sanado las propias heridas de la infancia, es posible que exista una lucha en medio de la paternidad.
La figura paterna juega un papel fundamental en la vida de los niños. Los hijos de padres presentes y comprometidos tienen una mayor autoestima, son más resistentes a la adversidad y tienen menos probabilidades de experimentar problemas de conducta. Por otro lado, los niños que crecen sin una figura paterna a menudo enfrentan mayores desafíos emocionales y sociales.
¿Qué dicen los expertos?
John Bowlby fue un psicoanalista británico que formuló la Teoría del Apego en la década de los 60. Bowlby dedicó gran parte de su vida a estudiar la influencia del cuidador principal de un niño en su desarrollo socioafectivo, «la confianza en la figura de apego es la base de una personalidad estable y segura».
«Los niños cuyos padres son sensibles están capacitados para desarrollarse por un camino saludable. Aquellos cuyos padres son insensibles, negligentes o rechazantes, probablemente se desarrollarán por un camino que en cierto grado es incompatible con la salud mental; y que los hace vulnerables a la depresión en caso de que se enfrenten a acontecimientos seriamente adversos», aseguró.
Por tanto, para ser buenos padres, es importante que se trabaje en sanar heridas de la infancia. Esto significa identificar y procesar cualquier trauma o dolor emocional que puedan haber experimentado durante su propia infancia.
«Todos tenemos heridas de la infancia que nos marcan, pero no podemos permitir que esas cicatrices nos definan. Sanar nuestras heridas emocionales nos permite liberarnos del pasado y construir un futuro mejor para nosotros mismos», aseguró la psiquiatra española Marian Rojas Estapé.
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A su vez, Mary Ainsworth, quien fue una psicóloga del desarrollo infantil, enfocó su trabajo en la importancia de las relaciones tempranas entre los padres y los niños. En cuanto a sanar las heridas de la infancia para ser buenos padres, Ainsworth creía que era crucial que los adultos trabajen en su propio apego y en sus propias experiencias de infancia antes de tener hijos.
Según Ainsworth, si los padres tienen heridas emocionales no resueltas de su propia infancia, es posible que transmitan esas heridas a sus hijos a través de su comportamiento y su forma de relacionarse con ellos. Por lo tanto, consideraba que era importante que los padres reflexionen sobre su propia historia personal y busquen ayuda para resolver cualquier dolor o trauma que puedan haber experimentado.
¿Cómo hacerlo?
Uno de los primeros pasos para sanar las heridas de la infancia es reconocer que existen. A menudo, podemos bloquear los eventos dolorosos de nuestra infancia y minimizar su impacto en nuestras vidas adultas. Sin embargo, negar o minimizar el dolor no lo hace desaparecer. En su lugar, debemos reconocer lo que hemos experimentado y trabajar en procesarlo.
Otra forma de sanar las heridas de la infancia es buscar ayuda profesional. La terapia puede ser una herramienta increíblemente efectiva para procesar y superar los traumas emocionales.