Después de 60 años de rechazo, tres años de revisión científica por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y dos años de discusiones diplomáticas, el pasado 2 de diciembre de 2020, la ONU reconoció las propiedades terapéuticas del cannabis y su resina al retirarlas de la lista IV de la Convención sobre drogas de 1961.
Este era un espacio reservado para las sustancias más perjudiciales. Para los mayores productores de América, como México y Paraguay, esto puede suponer una oportunidad para impulsar cambios a nivel jurídico, científico e industrial.
La medida cobra importancia si se tiene en cuenta que el cannabis se incluyó en la Lista IV sin haber estado sujeto a ninguna evaluación científica.
Fue una votación muy reñida, 27 países de la Comisión de Estupefacientes de la ONU votaron a favor de retirar la marihuana de la lista en la que figuraba junto a la heroína, pero 25 estuvieron en contra, entre ellos Brasil, Cuba, Rusia y China. A pesar de la retirada de la lista, la ONU sigue considerando ilegal su uso no medicinal o recreativo.
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Puede que este cambio se note poco en los más de 50 países que hace una o dos décadas han adoptado programas de cannabis medicinal. Además, Canadá, Uruguay y 15 Estados de Estados Unidos han legalizado su uso recreativo
México es el principal productor de marihuana de América del Norte, entre el 50% y el 80% del cannabis que se vende de contrabando en EE.UU. proviene de allí. Jamaica juega un papel similar en Centroamérica y el Caribe, y Paraguay en América del Sur, siendo el principal proveedor de cannabis de Brasil; donde el 80% de la marihuana que se consume es paraguaya. El resto va hacia Argentina, Bolivia, Chile y Uruguay, según el Informe Mundial sobre Drogas de la ONU.
La marihuana se usa en los sistemas de salud de Estados Unidos (1996), Canadá (1999), Israel (2001), los Países Bajos (2003), Suiza (2011), la República Checa (2013), Australia (2016) y Alemania (2017) y la mayoría de la UE para la epilepsia resistente, la fibromialgia, artritis, asma y glaucoma, y para el acompañamiento de la quimioterapia, el autismo o la ansiedad, entre otros, según el Observatorio Europeo de Drogas.
Para el momento, Estados Unidos votó por eliminar el cannabis de la Lista IV de la Convención Única y se inclinó por mantenerlo en la Lista I, argumentando que es «coherente con la ciencia que demuestra que, si bien se ha desarrollado un tratamiento derivado del cannabis seguro y eficaz, el cannabis en sí continúa planteando riesgos importantes para la salud pública que deben seguir estando controlados en virtud de las convenciones internacionales de fiscalización de drogas».