Desde que el nuevo coronavirus llegó a Florida, las tres impresoras 3D que Jonathan Barnes tiene el garaje de su casa ubicada en la ciudad de Clearwater, trabajan sin parar para fabricar los “escudos faciales” que necesitan los médicos y el personal sanitario que luchan contra el brote de COVID-19 desde la primera línea del frente.
“No soy el pionero y como mucho puedo tomar el crédito de mi diseño”, comenta Barnes, de 42 años de edad, desde su hogar ubicado en la Bahía de Tampa.
No sabe con exactitud la cifra, pero estima que hasta la fecha ha entregado unos 30 de sus “escudos” o “visores” de plástico transparente que sirven de pantalla para proteger el rostro de las pequeñas gotas de saliva que expulsan los enfermos al estornudar, toser o incluso hablar, a través de las cuales puede producirse el contagio.
Barnes es el director de la Escuela de Humanidades y Bellas Artes de St. Petersburg College y la idea de hacer estos visores de plástico se le ocurrió al saber con información de primera mano que en la zona donde reside, en el condado de Pinellas, hay escasez de materiales y equipos protectores para médicos y personal de enfermería en medio de la pandemia.
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Recurrió a internet y encontró lo que buscaba en la página web de una empresa checa: “materiales gratuitos” acerca de cómo fabricar estos protectores que le sirvieron para hacer su propio diseño. Hizo dos versiones y se quedó con la que mejor le pareció.
Según relata, él tenía su propia impresora en tres dimensiones y la universidad le prestó otras dos. Ahora, además tiene a unos vecinos ayudándole a aumentar la producción con sus propias impresoras.
“Somos una organización eficiente”, dice para reconocer a continuación que va a poder seguir fabricando los visores mientras tenga los materiales necesarios, pero cada vez le cuesta más conseguirlos por la situación de parálisis generada por la pandemia.
Barnes sabe que hay un grupo de la Universidad de Arkansas y otros en diversas zonas de Estados Unidos dedicados a producir estos “escudos faciales”. Los médicos y otros profesionales de la salud a los que hasta ahora ha entregado sus visores le dicen que cumplen bien su propósito.
“Es bonito ayudar”, subraya Barnes, quien no tiene contacto físico con los que van a buscar su producto. A veces deja el protector en una caja fuera de su casa y el interesado la recoge o acuerda la entrega a distancia en un estacionamiento de automóviles.
Dice que es “raro” hacerlo así, como si fuera algo prohibido lo que regala, pero toda precaución es poca.
Cuando se le pregunta si no necesita tener permisos o cumplir con determinadas normas para producir los visores, señala sin dudar que en “circunstancias normales” los hubiera necesitado, pero esta es una situación excepcional en la que lo importante es ayudar y más a personas que están “en primera línea del frente de batalla sin el equipo adecuado”.
En Florida, según cifras proporcionadas por el Departamento de Salud estatal, hay más de dos mil casos de coronavirus confirmados, de los cuales más de 20 han sido mortales.