Las cenizas de la víctima mortal más joven de la COVID-19 en Florida, una hondureña de seis años de edad, serán enviadas al país centroamericano para cumplir con los deseos de la niña quien ansiaba regresar a su patria para estar con sus abuelos y primos y abandonar la vida de soledad que le tocó en Estados Unidos, dijo su mamá Suny Galindo.
La angustiada madre relata que aunque sea después de muerta quiere cumplir el deseo de su pequeña, Astrid Reyes, su única hija y compañera en un viaje que duró un mes y que emprendieron en 2019 desde Juticalpa, Honduras, hasta a Tampa en Florida, con la esperanza de que sus vidas fueran mejores.
No alcanzaron a celebrar juntas el primer año de haber llegado a territorio estadounidense, el pasado 24 de agosto, porque Astrid falleció luego de cuatro días de agonía.
Ahora la fecha que más recuerda Suny Galindo es el 19 de agosto que fue el día que en el Hospital Johns Hopkins All Children, en San Petersburg, los médicos decidieron “desconectar” a la paciente que sufrió un derrame cerebral.
Galindo relata que aunque los médicos no solicitaron su consentimiento para quitar la asistencia vital que mantenía con vida a la menor, ella no se opuso porque veía que la salud de la niña se deterioraba con el paso de los días.
Sobre la enfermedad de la niña, la mujer recuerda que un día amaneció quejándose de dolor de cabeza y después convulsionó, y desde ese momento ya no reaccionó. Para evitar las interminables preguntas que le harían los paramédicos si llamaba a una ambulancia, optó por llevarla ella misma al hospital más cercano desde donde trasladaron a la paciente en helicóptero hasta San Petersburg.
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Suny Galindo dice que su hija era una niña “sana” y sólo tenía un “pequeño soplo en el corazón desde que nació”, por eso le molesta que le digan que Astrid murió de COVID-19.
Sin embargo el forense del condado de Pinellas registró como causa de muerte un edema pulmonar y el estado la reporta como la muerte más joven en Florida causada por el nuevo coronavirus.
Desde su llegada a Estados Unidos, la niña quiso devolverse a Honduras porque extrañaba a sus abuelos, a sus primos y convivir con más personas. “Aquí uno vive encerrado, la rutina de la casa al trabajo y otra vez a la casa”, cuenta Galindo.
La hondureña viajó a Miami para gestionar la repatriación de las cenizas de su hija con las autoridades consulares de su país.
Juan Flores, presidente de la Fundación 15 de Septiembre, que asistió a Galindo en dichos trámites, señaló que los inmigrantes hondureños desconocen dos leyes de su país que establecen ayuda a las familias para el envío de restos de hondureños fallecidos en el exterior.
Una de ellas entró el vigor en mayo pasado para aquellos que mueran por COVID-19, quienes deben ser cremados, mientras que la otra ley ayuda a las familias de fallecidos por otras causas a enviar el cuerpo sin necesidad de cremación.