Hay pastillas para todo. Y las compañías farmacéuticas nunca dudarán en promover alguna nueva píldora que cure el aburrimiento o que mejore nuestro impulso sexual. El problema con tantas de esas píldoras milagrosas es la cantidad de efectos secundarios. Por supuesto, la investigación moderna ha encontrado píldoras que funcionan más rápido y mejor, previenen los ataques cardíacos y curan enfermedades que habrían matado a personas en los siglos pasados. Pero lo que nos parece más interesante es la letra pequeña, que en los anuncios de televisión y radio es un lector que habla rápidamente y nos dice que la compañía no es legalmente responsable de los efectos de los remedios, incluso si se toman según las indicaciones. Solo le aconsejan que llame a su médico si experimenta alguno de los síntomas graves. No están realmente interesados en saber cómo ha sido afectado por sus medicamentos, solo quieren asegurarse de que tomemos pastillas para todo, desde el dolor hasta el mal humor.
Una pastilla anuncia una cura para la hipertensión. Las personas que aparecen en el anuncio parecen estar calmadas y continúan con su vida diaria sin preocupaciones, pero las advertencias son claras de que la medicina puede ser peor que la enfermedad real. La picazón en la piel, los dolores de cabeza, calambres musculares, rigidez de las articulaciones se pueden tratar con medicamentos. Mala piel, resfriados, calvicie, todos pueden ser tratados. Pero la letra pequeña advierte sobre las consecuencias de tales curas. Una píldora en particular eliminará el dolor, pero puede provocar depresión, erupciones en la piel, fiebre, escalofríos, cambios de humor y, en algunos casos, incluso la muerte. Existen enfermedades graves que pueden tratarse solo con dichos medicamentos, pero podríamos dejar de tomar píldoras para todo, vivir con un poco de dolor y quizás evitar el número creciente de súper microbios inmunes a los antibióticos.