El Sumo Pontífice en su acostumbrado ritual de agradecimiento de fin de año, instó a todos los integrantes de la iglesia católica, con énfasis en sus prelados, a ser más cercano a la solicitud de Cristo que “nos confía su palabra y anima a zambullirnos en la masa, a implicarnos en el encuentro y en la relación con los habitantes de la ciudad para que su mensaje corra rápido”.
El Santo Padre quien tiene su terruño en tierras de la Patagonia y que en muchas oportunidades ha dado muestras de su deseo de revisar las estructuras clericales, llamó a cardenales, arzobispos y las más humildes autoridades a encontrarse con los seres humanos “invisibles”. “Estamos llamados a encontrar a los demás y escuchar su existencia, su grito de ayuda ¡Escuchar es ya un acto de amor! Tener tiempo para los demás, dialogar, reconocer con mirada contemplativa la presencia y la acción de Dios en sus vidas”.
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El Príncipe de la Iglesia católica con esta convocatoria entiende que a la institución religiosa le llegó la hora de superar “viejas lógicas de contraposición” y a atender a las necesidades y al “grito de ayuda” de la sociedad”.
En medio de una concurrida misa de agradecimiento por el año que acaba en la basílica de San Pedro, el Papa explicó que este “servicio de amor” llega a “cambiar la realidad” en el mundo y dentro de los muros del catolicismo.
“Actuando así, de hecho, en la ciudad y también en la Iglesia circula un aire nuevo, ganas de ponerse en camino, de superar las viejas lógicas de contraposición y obstáculos para colaborar juntos edificando una ciudad más justa y fraterna”, indicó.
Francisco alentó a los prelados asegurando que “no debemos tener miedo o sentirnos inadecuados para una misión tan importante” pues Dios elige a sus servidores “porque son y se sienten pequeños”.
En estas primeras vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, en las que tradicionalmente se hace balance y se agradece por el año que concluye, el papa presta especial atención a la ciudad de Roma, de la que es obispo.
La capital de Italia, nación donde esta enclavado el Estado-Nación llamado Vaticano, “no solo es una ciudad complicada, con muchos problemas, desigualdades, corrupción y tensiones sociales” sino que en ella también hay lugar para la bondad, pues “Dios manda su Palabra que anida a través del Espíritu en el corazón de sus habitantes y les empuja a creer, a esperar a pesar de todo, a amar luchando por el bien de todos”.
En un acto de humildad y reconocimiento, el Papa en ese momento de la misa mencionó y honró a “las muchas personas valientes, creyentes y no creyentes” que ha conocido en estos años de pontificado y que, a su parecer, representan “el corazón pulsante” de la capital italiana por su servicio a los demás.
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Frente a la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, que le escuchaba desde la primera fila, festejó que “Dios nunca ha dejado de cambiar la historia y el rostro de nuestra ciudad mediante el pueblo de los pequeños y los pobres que la habitan. Él los elige a ellos, les inspira, les motiva a la acción, les hace solidarios, les empuja a activar redes y crear vínculos virtuosos, a construir puentes y no muros”.