Rusia y Arabia Saudita pasarán a ser fichas claves en el escenario energético mundial tras el ejecútese del fin de la “medida de excepción” definida por los Estados Unidos que permitía a países como China, Japón, India, Corea del Sur, Taiwán, Italia, Grecia y Turquía comprar petróleo a la República Islámica de Irán.
Esta decisión, que no es más que el regreso de una sanción económica contra Teherán, fue analizada por el profesor del Centro Internacional de Política Energética y Ambiente de la Universidad de Texas en Austin, Jorge Piñón, quien asegura que el escenario pone al descubierto un arma de doble filo para los estadounidenses.
Por un lado el catedrático asegura que los productores de crudo de Estados Unidos podrían ver incrementadas sus ganancias con la salida del mercado del petróleo iraní, una merma que se prevé en casi un millón de barriles diarios, pero el “castigo” podría traer como consecuencia un incremento en el precio del combustible en los Estados Unidos, una situación que “en verano” generaría un costo político para Trump.
El papel protagónico de Rusia y Arabia Saudita en el ámbito de esta coyuntura, se debe a que ambas naciones son los máximos productores de crudo en el mundo y la regulación del precio de los hidrocarburos en el mercado internacional va a depender de los movimientos que ambos realicen en mayo.
Una mirada reactiva
Más allá de las altas posibilidades de que el precio del barril de crudo supere los US$ 80 y el galón de combustible en suelo estadounidense marque algo más de tres dólares, Teherán observa todo bajo la lupa política y su Estado Mayor ha dicho al mundo que “si nuestro petróleo no se transporta por el estrecho de Ormuz, el crudo de otros países tampoco pasará”.
Sin embargo la declaratoria que a primera vista pareciera tener un tono “recíproco”, perdió en segundos su encono, cuando el jefe militar, Mohammad Bagheri, precisó que la medida no significaría el bloqueo del estrecho y que las autoridades del país no tienen planes para cerrarlo a menos que “no tengan otra opción”.
Para Teherán lo que sí parece estar claro es que con la medida los EE.UU. están “poniendo las cosas en un lugar donde los accidentes pueden ocurrir”. De acuerdo al ministro iraní de Asuntos Exteriores, Mohamad Yavad Zarif, con su campaña de presión económica sobre Teherán, Washington se apoya en Israel y Arabia Saudí para agitar la tensión en la región.
Zarif apuntó que no cree que el presidente estadounidense, Donald Trump, “quiera la confrontación”, pero sí citó expresamente al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y al príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, como algunos de los interesados en ello.
“Esta gente quiere la confrontación, y creo que es importante que la gente prudente, que los adultos prevengan confrontación”, subrayó.