La semilla del odio está plantada. Ella florece sobre un terreno fértil de libertades que permite que hombres con armas largas, bates de beisbol, palos de golf o cualquier objeto contundente intimiden a vecinos de Filadefia.
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De acuerdo a Noel Cazenave, sociólogo de la Universidad de Connecticut y autor de Killing African Americans: Police and Vigilante Violence as a Racial Control Mechanism, consultado por el diario The Gardian, “tenemos que reconocer que lo que sucede con la policía y los vigilantes está estrechamente relacionado”, dijo. “Las patrullas de esclavos y los comités de vigilantes fueron las primeras raíces del sistema policial americano”. La reunión de vigilantes blancos envía ese mensaje escalofriante.
Los vigilantes y los cuidadores del vecindario no tienen que herir o matar a los afroamericanos – como lo hicieron en los casos de Ahmaud Arbery y Philando Castilla – para provocar miedo, explicó Cazenave.
El “vigilantismo” en Filadelfia no es una novedad. Durante las marchas pacíficas de Black Live Matter, molestaban a los protestantes profiriendo insultos sin que la policía mediara, dijeron a The Guardian Jill St Clair, John Entwistle, Josh Goldbloom, entre los varios que citó el diario inglés en su reporte titulado: “Los hombres blancos armados que aterrorizaron a los partidarios de Black Lives Matter de Filadelfia”.
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El interés de los vigilantes de acuerdo a los consultados no es cuidar, por ejemplo, la estatua del Cristóbal Colón, el símbolo que resguardan es el de la supremacía.