La micromovilidad en Nueva York es objeto de un profundo debate, al punto que se estudia llevar al ayuntamiento un proyecto para regular el uso de bicicletas eléctricas y scooters mejor conocidas como e-bikes.
La norma que es una iniciativa demócrata, tiene la pretensión de dignificar a centenares de trabajadores, la mayoría inmigrantes, que se ganan la vida con el uso de estos medios de transporte dentro de los servicios de “delivery”.
En las calles del centro de Nueva York abundan en desplazamiento las e-bikes, que pululan apalancadas por los servicios de entregas a domicilio.
Sus trabajadores, han sido acosados por las autoridades policiales bajo órdenes ejecutivas, sin que nadie hasta ahora haya planteado una salida legal para restablecer el orden.
Es un asunto serio para la ciudad. Orden y regularización de la micromovilidad son una necesidad, al punto que la proliferación en el uso de bicicletas eléctricas y scooters en labores de reparto ha sido demonizado.
Recientemente tres ediles neoyorquinos presentaron un proyecto para regular el uso de las e-bikes, que permitiría legalizarlas con una limitación de su velocidad y estableciendo sanciones.
Ydanis Rodríguez, presidente del Comité de Transporte, presentó el borrador a la prensa, con el que aseguró estar “haciendo historia” y siguiendo el ejemplo de otras grandes ciudades que ya tomaron esta decisión.
Dentro del equipo de trabajo legislativo están los concejales Fernando Cabrera, Rafael Espinal y Margaret Chin.
Además de parametrizar el uso de las e-bikes, las medidas buscan impactar positivamente el deteriorado transporte de la ciudad y hacerlo más “ecológicamente amigable”.
El proyecto incluye la creación de un programa piloto en una zona determinada de Nueva York, donde se estudiará la implantación de los llamados “e-scooters”.
La legislación de las “e-bikes” permitirá el tránsito de aquellas que estén equipadas con “un sistema de pedales operativo y un motor eléctrico que pueda ser usado para propulsar la bicicleta sin que el operador la pedalee”, con una velocidad máxima de 30 kilómetros por hora (25 para los patinetes).
Esta regulación es una reivindicación antigua de los repartidores de comida, la mayoría de ellos inmigrantes, ya que se trata del vehículo que emplean para su trabajo, con trayectos diarios que en ocasiones rozan los cien kilómetros.
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