“Una respuesta aplastante”. Con esa frase intimidante las fuerzas militares iraníes han sembrado los surcos de las audiencias en los distintos ámbitos continentales, como manifestación de su voluntad y preparación para responder militarmente a las fuerzas estadounidenses en el Golfo Pérsico.
Sobre un planeta, que previó la conformación de hostilidades ante el retiro de Washington del tratado multilateral que regula la actividad nuclear, la humanidad se preocupa ante la posibilidad de que la retórica trasmute en acciones y desde el Estrecho de Ormuz arda el fuego bélico que cobra vidas y desfigura las economías de los que aparentemente viven en paz.
El jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Irán, Mohamad Baqerí, mantiene la arenga bélica avivada, en un espacio donde las micro fuerzas aliadas a Teherán han demostrado ser mucho más eficientes en el ámbito de las “meta mensajerías” que las sanciones de la Casa Blanca.
El alto oficial Mohamad Baqerí, señaló que “los enemigos deben saber que el Ejército iraní vigilará en todo momento sus conspiraciones y aventuras, especialmente las de la administración de Estados Unidos”, de acuerdo a un despacho de la la agencia oficial IRNA.
Baqerí instó a los iraníes a movilizarse con las Fuerzas Armadas y a estar en “alerta máxima” para poder “contrarrestar la arrogante y faraónica amenaza de EEUU”.
EEUU decidió recientemente desplegar en el golfo Pérsico el buque de asalto anfibio USS Arlington, misiles Patriot, el portaaviones USS Abraham Lincoln y bombarderos al considerar que hay una potencial amenaza de ataques de Irán, aunque no desveló esos indicios.
Sobre esta actual presión de EEUU, Baqerí señaló que es “una guerra ilusoria y psicológica” que pretende intimidar a la nación iraní.
Pese a estas palabras, advirtió de que en caso de que los enemigos se atrevan a actuar contra Irán, recibirán “una respuesta dura, aplastante y devastadora”.
La tensión ha ido en aumento aunque ambos países han dicho no buscar una guerra, pero la posibilidad de un conflicto ha hecho saltar las alarmas entre la comunidad internacional.
El presidente estadounidense, Donald Trump, ha amenazado por un lado con que en caso de conflicto sería “el fin oficial” de Irán y, por otro, se ha mostrado abierto a negociaciones, una opción descartada tajantemente por las autoridades iraníes.
Irán ha hecho un cambio dramático en la forma en que enfrenta a Estados Unidos, abandonando una política de moderación en las últimas semanas por una serie de acciones ofensivas dirigidas a empujar a la Casa Blanca a repensar sus esfuerzos por aislar a Teherán, dicen diplomáticos y analistas.
Con el endurecimiento de las sanciones económicas y la intensificación de la presión militar por parte de la administración Trump, Irán está tratando ahora de poner de relieve los costes que también podría imponer a Estados Unidos -por ejemplo, interrumpiendo el suministro mundial de petróleo- sin tomar medidas que puedan desencadenar una guerra total.
Cuando la semana pasada cuatro barcos resultaron dañados en el Golfo Pérsico, entre ellos dos petroleros saudíes y uno emiratí, funcionarios estadounidenses y árabes dijeron que sospechaban que Irán había ordenado el sabotaje. Un periódico libanés que apoya al aliado de Irán, Hezbolá, se jactaba de que los ataques eran un mensaje de Teherán enviado a través de “los Emiratos Árabes Unidos y los buzones saudíes”.
Y después de que un cohete Katyusha aterrizara a una milla del vasto complejo de la embajada de Estados Unidos en Bagdad el domingo, la sospecha se dirigió inmediatamente a las milicias apoyadas por Irán en Irak. Altos funcionarios iraquíes advirtieron a Irán que no debía utilizar su territorio para atacar a Estados Unidos y sus intereses.
Los dirigentes iraníes condenaron esos incidentes y negaron su responsabilidad. Pero los diplomáticos y analistas dicen que llevan la firma de Irán y son parte de una estrategia emergente en respuesta a las sanciones paralizantes que la administración Trump impuso a Irán tras retirarse unilateralmente del histórico acuerdo nuclear hace un año. Particularmente penosa para Irán fue la decisión de Estados Unidos esta primavera de no renovar las exenciones para ocho países que les permitían importar petróleo iraní a pesar de las sanciones.