Un estudio académico realizado en Florida ha encendido las alarmas en relación al sexting, una forma “cultural” que toma a la actividad sexual que se registra en dispositivos digitales, que tras divulgarlas sin consentimiento, deriva en acciones criminales que en la mayoría de los casos las víctimas son mujeres y los hombres los victimarios.
“Sex tape”, una comedia profética estrenada en 2014, abordó el tema de la indeseable situación de subir a la red “accidentalmente” imágenes eróticas, en un guión que tocó el sexting y la sextorsión de forma que el drama de los personajes por impedir un indeseado desenlace causó un severo ataque de risas.
Desde el punto de vista científico, la Universidad Internacional de Florida, de manera conjunta con Cyber Civil Rights Initiative, realizaron un estudio que revisó “el robo de imágenes sexuales” y encontró que es una práctica común que no hace sonreír a las víctimas.
El sondeo estadístico abordó a más de 3 mil adultos de los 50 estados del país y halló como dato preocupante que 67% de los que difundieron imágenes pornográficas sin el consentimiento de las víctimas resultó ser hombres.
Según el estudio, 8% de las personas entrevistadas a nivel nacional afirmó haber sido víctima de “pornografía” sin su conocimiento o consentimiento. La fracción es muy alta si se toma en cuenta la forma exponencial como se difunden los contenidos a través de los grupos de mensajería privada.
El análisis además es específico al plantear que encontró un aumento significativo de la publicación en Estados Unidos de imágenes pornográficas explícitas “robadas”, sobre todo de chicas en la etapa final de la adolescencia y “minorías sexuales”.
Como circunstancia colateral al comportamiento consensuado o no que origina las imágenes “explícitas”, el sexting es un detonante de la sextorsión y un nicho de explotación para el grooming.
Inocencia perdida
No son pocos los casos en los que la ingenuidad y la inmadurez se conjugan para crear la posibilidad de “registrar en cámara” encuentros privados entre enamorados.
El amor que todo lo enceguece, desactiva “el sentido común”, y a menudo lo que constituía un material privado es usado por una persona que “comparte material sexualmente explícito sin permiso” de la víctima con la que “tiene o tuvo relaciones íntimas”.
Después que las imágenes entran al torbellino digital, es casi imposible saber a dónde van a parar.
De acuerdo a datos periféricos obtenidos por la investigación, las víctimas que van a conformar un indeseado “catálogo pornográfico”, suelen desarrollar cuadros de depresión, ansiedad e incluso síndrome de desorden de estrés postraumáticos.
Venganza improbable
La universidad floridana y el grupo de acción civil involucrados en la investigación, detectaron que 5% de los encuestados son perpetradores de la difusión dolosa de imágenes que se transforman en pornografía.
Pero más allá de la porción sorprende, que la motivación que argumentan para justificar el daño es la venganza.
Asia Eton, psicóloga de la Florida International University, quien participó en el sondeo, advirtió que a medida que crece el envío de imágenes eróticas entre adolescentes y jóvenes por mensajería instantánea, el “potencial de la publicación de pornografía sin consentimiento previo” de la víctima aumenta.
La experta en comportamiento humano explicó que este estudio es “sólo el primer paso” de una investigación necesaria y más extensa para “determinar el daño que se inflige a la víctimas de la pornografía no consentida”, así como los “motivos y características de los autores” de estas acciones.
Uno de cada veinte entrevistados para el estudio, realizado en colaboración con el Cyber Civil Rights Initiative, admitió “ser uno de los que compartió imágenes o vídeo de sexo explícito sin autorización”.
La académica explicó que en la última década se ha registrado un incremento drástico por “venganza”, aunque este término resulta muy amplio y vago al sugerir el “intento de hacer daño a alguien” que provocó esa reacción con algún acto.
Hay un desacuerdo
Según la organización Cyber Civil Rights Inititative, que salió airosa en la campaña “End Revenge Porn”, el término “pornografía por venganza”, aunque se usa con frecuencia, es un “tanto engañoso”.
“Muchos perpetradores no están motivados por la venganza ni por ningún sentimiento personal hacia la víctima”, por lo que el “término más preciso sería pornografía no consentida”, definida como la “distribución de imágenes sexualmente explícitas de personas sin su consentimiento”, según indica este organización sin ánimo de lucro.
De forma definitiva tenemos, que cuando “se viola la confianza”, la única persona a quien se debe culpar es al que difunde estas imágenes, señala el estudio para el que se entrevistó a 3 mil 044 adultos, 54% mujeres.