La República Dominicana, en plena emergencia nacional por la pandemia del coronavirus que ha dejado 183 muertos, vive paralelamente otra urgencia a causa del alcohol adulterado que ha causado más de 30 fallecidos en la última semana.
Debido al estado de emergencia y el toque de queda decretados por el Gobierno en marzo pasado, en el país caribeño están prohibidas todas las actividades sociales. Sin embargo, cada día se publican imágenes de grupos de personas, principalmente en los estratos más pobres, compartiendo, tomando alcohol, en peleas de gallos o jugando al dominó.
Hace justo una semana se informó de que varias personas murieron en varios sectores de Santo Domingo Este y Oeste, tras tomar clerén, una bebida que se elabora de forma artesanal y sin permisos sanitarios, muy consumida en la región fronteriza y en el vecino Haití.
Este era solo el comienzo de una larga lista de fallecidos por esta situación, agregando otro grave problema al país en medio de la crisis por el coronavirus, lo que llevó al Ministerio de Salud Pública a emitir el 10 de abril, en Viernes Santo, una alerta epidemiológica por el uso de alcohol adulterado.
El ministro de Salud Pública, Rafael Sánchez Cárdenas, dijo este martes 14 de abril que 31 personas han fallecido por la ingesta de clerén y triculí, otra bebida de fabricación casera, mientras que otras ocho personas se encuentran en estado crítico. El funcionario también anunció el desmantelamiento de un local donde se fabricaba este tipo de bebidas.
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Por su parte, la Policía que registra 27 decesos por ingesta de alcohol adulterado, en su mayoría en la región metropolitana de la capital, confirmó que junto a Salud Pública y la Procuraduría desmantelaron un laboratorio clandestino de elaboración de bebidas en el municipio Santo Domingo Este.
En el laboratorio fue detenido un hombre y confiscados 19 tanques de 55 galones de materia prima para la elaboración de estas bebidas.
De acuerdo con el ministro de Salud, las botellas de clerén y triculí adulteradas eran vendidas “en colmados y supermercados” de la capital y su región metropolitana.
Tanto las autoridades sanitarias como la Fiscalía han abierto investigaciones para determinar la naturaleza del producto y para identificar a los fabricantes.
El clerén y el triculí son destilados de caña muy baratos, elaborados de forma artesanal y clandestina, sin permiso de las autoridades sanitarias que no las consideran aptas para el consumo humano.
Estas bebidas se pueden contaminar con metanol, un alcohol muy tóxico, cuando el fabricante destila maderas como materia prima o como aromatizante o al añadirle solventes para abaratar el producto.
En diciembre de 2017 se produjo un suceso similar, en el que fallecieron una docena de personas tras tomar clerén en un velatorio en Pedro Santana, un municipio de la provincia de Elías Piña, fronteriza con Haití.