México vive días de dolor luego del asesinato de nueve miembros de la familia mormona LeBarón cuyos funerales se realizaron el jueves 7 de noviembre en la remota comunidad agrícola de La Mora, habitada por unas 300 personas y ubicada, en el estado de Sonora a donde y cientos de personas se acercaron para asistir a los oficios funerarios.
Unas mil personas, muchas de ellas provenientes de Estados Unidos, asistieron a los actos fúnebres de miembros de la familia LeBarón masacrados en el ataque del lunes 4 de noviembre cuando viajaban por un camino rural que une los estados de Sonora y Chihuahua en el norte de México.
Muchos exteriorizaron su indignación por la respuesta del Gobierno de México al grave problema de inseguridad en la región.
Desconsolados por la pérdida de sus seres queridos los miembros de la comunidad LeBarón dieron el último adiós a algunos de los nueve miembros de la familia mormona de origen estadounidense.

En la remota comunidad agrícola de La Mora y bajo fuertes medidas de seguridad, la familia LeBarón y allegados organizaron los funerales que se prolongaron hasta este viernes porque algunos de los cuerpos serán llevados al vecino estado de Chihuahua, donde habita el grueso de la comunidad mormona asentada en esa región mexicana desde hace casi un siglo.
El pasado lunes, tres camionetas con tres mujeres y 14 niños de las familias Langford, Miller, LeBarón y Woolle fueron atacadas mientras se trasladaban desde Bavispe (estado de Sonora) hacia Janus (estado de Chihuahua), regiones fronterizas con Estados Unidos.
Con fusiles de alto calibre, los atacantes, que el Gobierno mexicano sospecha pertenecen al cártel La Línea, arremetieron a balazos contra las camionetas, a pesar de los gritos de terror de las madres, que no lograron proteger a sus hijos.
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Tres mujeres y seis menores murieron, y otros ocho niños sobrevivieron, entre ellos una recién nacida que fue protegida de las balas por el cuerpo de su madre.
Cinco de los menores que lograron salvar la vida fueron trasladados a un hospital en Arizona, donde algunos se encuentran en estado estable y otros han sido dados de alta.
Una de las camionetas quedó totalmente carbonizada, con cinco cadáveres dentro, y los otros dos vehículos destruidos por las balas y con restos de sangre de las víctimas. Fueron contabilizados más de 200 casquillos percutidos de armas de fabricación estadounidense.