La futura Biblioteca Presidencial de Donald Trump, aprobada el 2 de diciembre por el Miami Dade College (MDC), promete convertirse en uno de los proyectos institucionales más controvertidos del país en los últimos años. El centro educativo público dio luz verde a la cesión de un terreno valorado en más de 300 millones de dólares para acoger la instalación, que sería la primera biblioteca presidencial en Florida y la número dieciséis del sistema nacional de bibliotecas presidenciales de Estados Unidos.
Las bibliotecas presidenciales funcionan como archivos históricos que documentan la gestión de cada mandatario, conservan objetos de su presidencia y ponen a disposición del público materiales oficiales para la investigación. La de Trump, aún en fase de diseño, será administrada por la Administración Nacional de Archivos y Registros (NARA), responsable de custodiar documentos federales y garantizar su acceso. Actualmente, NARA opera 14 bibliotecas, mientras que las de Joe Biden y Donald Trump se encuentran en etapa de planificación.
El sistema de bibliotecas presidenciales nació en 1939, cuando Franklin D. Roosevelt donó sus archivos personales y presidenciales al Gobierno Federal. Dos años después se inauguró la primera biblioteca en su localidad natal de Hyde Park (New York). Desde entonces, cada presidente —con asesoría del archivista nacional— elige el emplazamiento de su biblioteca, normalmente vinculado a su estado de origen o a lugares emblemáticos de su trayectoria política.
Así, John F. Kennedy escogió Boston (Massachusetts), Jimmy Carter Atlanta (Georgia), George W. Bush Dallas (Texas) y Ronald Reagan Simi Valley (California). Lyndon B. Johnson situó la suya en la Universidad de Texas, y Barack Obama introdujo en 2017 la primera biblioteca completamente digital, sin edificio físico, un archivo moderno que incluye videos, fotografías, correos electrónicos y publicaciones en redes sociales.
Dimensiones, costos y relevancia
Las bibliotecas presidenciales constituyen uno de los archivos públicos más vastos del país: conservan más de 600 millones de páginas, alrededor de 20 millones de fotografías, 6 millones de metros de filmaciones, casi 100.000 horas de audios y videos, y más de 500 terabytes de datos electrónicos. También almacenan cerca de 750.000 piezas de museo, entre ellas objetos personales, regalos diplomáticos, mobiliario del Despacho Oval y recuerdos de campaña.
Si bien se financian mayoritariamente con fondos privados, su administración pasa posteriormente a manos de NARA. En muchos casos se convierten en símbolos arquitectónicos.
Una biblioteca polémica desde su origen
La decisión del Miami Dade College de donar un terreno público valuado en más de 300 millones de dólares ha generado críticas entre estudiantes, académicos, organizaciones comunitarias y sectores políticos que consideran cuestionable ceder recursos públicos para un proyecto dedicado a una figura aún polarizante en la política estadounidense. Otros señalan que la presencia de una biblioteca presidencial podría atraer turismo, inversión y actividades educativas.
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Sea cual sea su recepción, la Biblioteca Trump se inscribirá en una tradición que busca preservar los documentos y objetos que han marcado la historia del país y ofrecer al público un espacio para estudiar y debatir el legado presidencial. Con su llegada, Florida se suma por primera vez al exclusivo mapa de estados que albergan estos centros, consolidándose como un nuevo punto de referencia histórica y política en Estados Unidos.

































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