El impacto de la COVID-19 en el planeta no está suscrito exclusivamente a una emergencia sanitaria y tras su paso, que ha sembrado angustia, así como pérdidas humanas, podría generar más muertes a consecuencia de las secuelas que deja el hambre y la pobreza.
El tema económico sumergido en la post pandemia solo deja bien parada a las naciones más ricas del planeta. Esos países tiene las condiciones de salir adelante luego del paso de la pandemia, pero las naciones pobres podrán caer mucho más abajo de lo que en la actualidad están.
De acuerdo al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) la crisis que genera el Sars-Cov-2 no solo es de orden sanitario, su impronta sellará el destino de millones de personas que serán expuestas a la lacerante herida que deja la falta de alimentos, atención médica y educación.
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En el punto donde estamos detenidos hoy, los Estados hacen esfuerzos para mantener a salvo a sus connacionales. Las naciones pudientes y los intereses internacionales realizan tímidos movimientos, pero todos dirigidos a ayudar con los suministros médicos que se requieren en el aquí y el ahora.
Sin embargo la ONU alerta que la COVID-19 no es solo emergencia sanitaria sino crisis sistémica. El PNUD dio a conocer en un comunicado dos nuevas tablas con datos que ponen a su juicio de manifiesto que el impacto del virus “será patente” en dimensiones económicas y sociales, y calificó de “esencial” la puesta en práctica de políticas públicas dirigidas a reducir las vulnerabilidades y a fomentar las capacidades necesarias para enfrentar las crisis a corto y largo plazo.
El PNUD promueve el cambio y centraliza el conocimiento, la experiencia y los recursos necesarios para ayudar a los pueblos a forjar una vida mejor. Está presente en 178 países. Es responsable de poner en marcha los objetivos de Desarrollo Sostenible. Tan altruistas objetivos nunca han visto una consagración a lo grande. Solo muestran reproches y aplican paños calientes.
Su mayor destreza está en el estudio de diversos indicadores como el nivel de pobreza, la capacidad sanitaria, el acceso a internet y a servicios de protección social que “permiten obtener una imagen de la gravedad con que la crisis del COVID-19 podría afectar a 189 países”.
De acuerdo a los datos de contraste que manejan, esta entidad de las Naciones Unidas afirma que en los países más desarrollados el promedio de camas es de 55 por cada 10 mil habitantes, así como más de 30 médicos y 81 enfermeras también por cada 10 mil personas.
Ahora, la realidad de los países que están al borde o cayendo en el precipicio de la pobreza, la realidad promedia 7 camas, 2,5 médicos y 6 enfermeras por cada 10 mil ciudadanos. Y a esto hay que sumar la falta de insumos médicos, ausencia de fármacos, autoritarismo y gobiernos con índices de corrupción a escalas donde la vida no vale nada.
Un valor que coloca el informe del PNUD refiere a la precaria conectividad que los países pobres tienen a la Internet. El dato es interesante y será transcrito en esta nota, pero no alude a que en muchas naciones pobres algunas páginas y contenidos emitidos en países ricos están bloqueados para ellos. A esto se suma la imposibilidad de hacer compras electrónicas debido a la desbancarización de las mayorías.
De acuerdo al PNUD “en el mundo hay 6.500 millones de personas (85,5% de la población) que todavía carecen de una conexión fiable a Internet de banda ancha, lo que restringe su capacidad para trabajar y continuar con su educación”.
Sin embargo no hay una traducción literal en términos de las imposibilidades que esta situación coloca a los que pudieran realizar teletrabajos y menos aún menciona a los esclavos digitales, mano de obra con talento que es contratada para hacer trabajos a través de la web en los países menos favorecidos, a los que pagan menos de un 1% de lo que tendrían que pagar a un mismo profesional es los países desarrollados.
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Asimismo, el PNUD investigó el grado de vulnerabilidad de los países y la susceptibilidad a los efectos de esta crisis y detalló que el mayor riesgo lo asumen las personas que actualmente viven en situación de “pobreza multidimensional” o que es vulnerable a ella, teniendo en cuenta que más del 40 % de la población mundial “carece de protección social alguna”.
“La pandemia del COVID-19 nos recuerda también que las perturbaciones en un lugar son contagiosas y tienen consecuencias en otras regiones. Por ejemplo, en algunos países, como Kirguistán, una parte significativa de su PIB procede de las remesas”, apuntó el PNUD, que advirtió también de la situación de países como Montenegro, Maldivas o Cabo Verde, que dependen fuertemente del turismo, uno de los sectores más afectados por los confinamientos y las prohibiciones de viajar.