Panamá, a diferencia de otras naciones centroamericanas como Honduras, Nicaragua y El Salvador, abrió su economía al mundo hace más de 30 años, justo cuando la región estaba sumida en medio de una profunda crisis económica.
“Panamá experimentó un salto cuántico económico”, dice Alejandro Santos, jefe de Misión en Panamá y jefe de división en el Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI), según reseña BBC Mundo.
“Fue un impulso gigantesco, comparable con el de otros países asiáticos como Singapur o Corea del Sur”, acotó Santos.
Eso lo muestran las cifras pues en los últimos 25 años, Panamá lideró el crecimiento económico de la región con un 5,9%, seguido por República Dominicana, Perú, Chile y Costa Rica, según las estimaciones del FMI.
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Los rascacielos de Ciudad de Panamá, el flujo comercial que transita por su icónico canal y el dinero que circula, crean la apariencia de una “joya del progreso”.
Hacia fines de la década de los 80, los países latinoamericanos vivían los duros efectos de la ola recesiva que asolaba a Latinoamérica. Deudas externas impagables, grandes déficit fiscales y volatilidades inflacionarias y de tipo de cambio eran la norma.
En cambio Panamá, que tenía un cierto nivel de estabilidad política, comenzó a abrirse al comercio internacional, cuenta Santos. A eso se sumó una posición geográfica privilegiada, por eso el país se transformó en uno de los grandes centros internacionales de comercio, finanzas y actividad logística.
La ampliación del Canal de Panamá, concluida a mediados de 2016, le permitió a la vía interoceánica doblar su capacidad de tráfico marítimo y el paso de buques de mayor dimensión, conocidos como los Postpanamax.