La expresión “pandemic pod” es una curiosidad en Filadelfia. Aunque no expresa con claridad el proyecto, la denominación nació de un coloquialismo. Sin embargo la idea que la alimenta es interesante. Se trata de la creación de escuelitas en casa, donde se reúnen cuatro o cinco chicos con un padre supervisor.
Muchos padres no están contentos con el funcionamiento del aprendizaje virtual. Sin embargo iniciar el año escolar en línea es la orden. Su inquietud los hizo buscar otra opción. Reunir a pequeños grupos de niños para hacer su escolarización virtual juntos bajo la supervisión de un padre o tutor.
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De acuerdo al texto del periodista Miles Bryan del equipo de WYHH es una de las muchas buenas ideas nacidas en confinamiento. La gestación de los “pandemic pod” comenzó orgánicamente. El debate estuvo en textos de grupo, grupos de medios sociales, y salones de parques socialmente distanciados.
Etimología de los “pandemic pod”
De acuerdo al reporte de WYHH en julio pasado el término “pandemic pod” explotó en la lengua vernácula. Las familias de todo el país comenzaron a encontrarse en las páginas de Facebook de los pods. La misión es dar a sus hijos una mejor experiencia de aprendizaje. La idea inundó otros foros, y se pusieron en marcha múltiples empresas de tutoría en la región de Filadelfia para ayudar a la creciente necesidad.
Algunos consideran que esta tendencia es motivo de preocupación. Las “capsulas” originan inquietud debido a las desventajas de las familias de bajos ingresos. Ellas tienen menos probabilidades de disponer de la tecnología o el acceso a Internet necesarios para el aprendizaje a distancia. Esa situación hará que se queden aún más rezagadas con respecto a sus pares más prósperos. Quienes tienen mejores ingresos podrían organizar más fácilmente las cápsulas y proporcionar a los niños una mejor socialización e instrucción.
Keystone Crossroads inside
El equipo editorial de Keystone Crossroads pasó tiempo con tres cápsulas en la región de Filadelfia. Observó cómo les iba durante las primeras semanas de clases. Descubrió que el “pandemic pod” había reforzado el sentido de comunidad entre los padres. Además vio los esfuerzos por compatibilizar las exigencias del trabajo y la escuela virtual.
Los comunicadores sociales comentaron sobre lo visto. Reseñaron el caso de Christina Jackson y los otros nueve padres de su manada. Para ellos ya no existe una mañana tranquila entre semana.
Cada día una de las cinco familias ofrece su casa en el oeste de Filadelfia como una escuela temporal. Las 8:00a.m. es la hora más frenética. Allí inicia una loca carrera de enchufar los auriculares, encender los protectores de sobretensión y volver a conectarse al Wi-Fi mientras los padres corren para preparar a seis alumnos de segundo grado para otro día de clases virtuales.
Una vez que los niños se instalan, los padres recuperan el aliento. Quizás comparten una taza de café antes de volver a casa para conectarse a sus propios trabajos virtuales. Uno de los padres se queda de guardia.
“Por lo general, hay una buena cantidad de caos”, dijo Jackson, un profesor de 35 años de edad de Sociología en la Universidad de Stockton. “Pero está empezando a mejorar”.
Dónde ocurre la experiencia
Los hijos de las cinco familias asisten a la escuela primaria Henry C. Lea, la escuela del vecindario en Walnut Hill. Ellos son parte de este “pandemic pod” . Antes de la pandemia, los padres se habían hecho amigos por medio de charlas en el patio de recreo. Compartían un compromiso con la educación en las escuelas públicas.
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Cuando durante el verano quedó claro que sus alumnos no volverían a las aulas a tiempo completo, empezaron a hablar de formar una cápsula. Sin embargo, la preocupación por la equidad les preocupaba. ¿No sería que la unión de los estudiantes sólo exacerbaría la brecha entre sus hijos y los hijos de los padres más presionados para navegar por el aprendizaje virtual en Lea, donde el 75% de los estudiantes se consideran económicamente desfavorecidos?
Un primer esfuerzo
Decidieron intentar hacer algo al respecto. A finales de julio, los padres comenzaron a distribuir una encuesta sobre las necesidades de cuidado de los niños y las preocupaciones sobre el virus a los otros padres de los alumnos de segundo grado de la escuela. La idea era facilitar cápsulas para cada familia que quisiera estar en una.
“Sabíamos que no podíamos resolver todos los problemas de los padres en la escuela”, dijo Phil Gentry, un profesor de cuarenta años de Historia de la Música en la Universidad de Delaware. “Pero pensamos que tal vez podríamos hacer lo mejor que pudiéramos para el segundo grado.”
Fue mucho más difícil de lo que esperaban. Lucharon por llegar a los padres fuera de su círculo social sin el terreno común del edificio de la escuela, o el patio de recreo. No se formaron otras cápsulas a partir del esfuerzo de divulgación.
“Al final del día, fuimos nosotros otra vez”, dijo Gentry. Sin embargo la idea recorre a Philly y al país y se está replicando.