En Ciudad de México cada día son más las personas que optan por comprar dos equipos celulares, uno de alta o media gama para utilizar en un lugar seguro como el hogar, y otro barato con el que salen a la calle y al trabajo. La estrategia la aplican previendo un asalto que es episodio frecuente y en ascenso en una metrópoli donde diariamente se roban más de 1.700 teléfonos móviles.
Esta semana el Gobierno municipal a cargo de Claudia Sheinbaum lazó una ofensiva contra este delito y prohibió la venta de teléfonos celulares en los mercados informales de la urbe, pues en su mayoría se trata de dispositivos robados. También se endurecieron las penas por dicho delito y se puso en marcha un mecanismo para simplificar el bloqueo de los dispositivos robados.
En 2018 fueron sustraídos 627.920 móviles, según información aportada por la Asociación Nacional de Telecomunicaciones de México (Anatel). Apenas un 3% de los casos fue denunciado de acuerdo con el Consejo Ciudadano de Seguridad y Justicia, sin embargo el número de carpetas de investigación abiertas por la Procuraduría de la ciudad, la mayoría por robo con violencia, creció más de un 50% en 2018 respecto al año anterior.
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El presidente del Consejo Ciudadano de Seguridad, Salvador Guerrero, considera que a menudo el robo del móvil es una pieza más en una secuencia delictiva. “Es el primer eslabón. Los celulares son usados después para cometer extorsión, secuestros y fraudes”, dijo durante la presentación de la estrategia.
La prohibición de la venta así como la consideración del robo como delito grave buscan ahogar un negocio millonario. Las autoridades capitalinas estiman el costo de ese delito en casi 10 millones de pesos diarios, unos 500 mil dólares.