Símbolo de violencia sexual y machismo para unos, orgullo nacional francés para otros, el actor Gérard Depardieu, perdió su aura de icono intocable.
Pese a su imputación por violación en 2020, tras una denuncia de la actriz Charlotte Arnould, el actor seguía multiplicando sus rodajes (“Las ilusiones perdidas“, “El peor trabajo de mi vida”, “Maigret”…).
Mantenía además su posición de monstruo sagrado del cine francés y, excepto en los círculos feministas, había cierta indulgencia con él. Su temperamento fuerte, muchas veces desmesurado, le valió la simpatía del público y la profesión.
Sus declaraciones sobre las violaciones en las que habría participado en su juventud le costaron su carrera en Estados Unidos a principios de los años 1990, pero tuvieron poco impacto en Francia.
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Una actriz tan popular como Sophie Marceau lo tachó en 2015 de “depredador” por su comportamiento en los rodajes, pero esos comentarios pasaron totalmente desapercibidos.
La industria del cine ha hecho oídos sordos y ha preferido alabar a este intérprete, con más de 200 filmes para la pantalla grande y la televisión y una presencia que dio vida a grandes héroes de la literatura francesa, como Cyrano o Jean Valjean (en “Los miserables”), sin olvidar a Obélix o a figuras históricas como Danton.
Pero a finales de 2023, las extravagancias del comediante, quien llegó a orinar en una cabina de avión en 2011, ya no causan gracia. Y Depardieu, convertido en uno de los artistas que más divisiones provocan en Francia, resolvió hacer un paréntesis en su carrera.
Por: AFP