Louie Beardell es un adolescente que ve el futuro como un escenario en el que decididamente desea dejar su huella, más aun cuando está motivado en colaborar con los centros de salud de los Estados Unidos suministrándole protectores faciales caseros elaborados en el garaje de la cada de sus padres donde tiene a su disposición una impresora 3D.
El periodista Phil Anastasia ha obtenido la historia, el chico de Chestnut Hill de Filadelfia encendió sus impresoras 3D para crear caretas para donar a los hospitales. Con su trabajo “decidió intentar salvar el mundo”. En tono narrativo apunta el redactor que el chico al parecer se conformaría con ayudar a una persona, tal vez 50 o 100.
“Mi objetivo es hacer 1 mil”, dijo Beardell, de 14 años, de los protectores faciales para los trabajadores del hospital que ha estado produciendo con impresoras 3D en el sótano de la casa de sus padres en la sección de Chestnut Hill de Filadelfia.
La ayuda está en camino
La historia ha sido contada por Phil Anastasia, un columnista deportivo del Philadelphia Inquirer, que se especializa en los deportes de la escuela secundaria, pero escribe sobre otros deportes también.
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De acuerdo a la crónica Beardell y sus padres dejaron 25 protectores faciales en el Hospital Chestnut Hill el pasado jueves y 50 en el Centro Médico Einstein el pasado lunes. Para el fin de semana, planean donar 25 más, al Hospital Infantil de Filadelfia, y organizan seguir produciendo el equipo de protección personal en el futuro inmediato.
“Se siente muy bien poder hacer algo bueno”, dijo Beardell. “Tanta gente se sienta a ver las noticias y sientes que no hay nada que puedas hacer al respecto. Se siente muy bien tratar de hacer algo al respecto”.
El halo emocional
El reportero consiguió como primeros rastros motivacionales en un chico de 14 años que la temporada de esquí había terminado. Los campos de golf estaban cerrados. El béisbol estaba en espera y necesitaba algo qué hacer.
“Louie Beardell se sentía un poco aburrido, con su escuela en las vacaciones de primavera y sin la posibilidad de salir a hacer deporte con sus amigos”, apuntó Anastasia.
No es el único
La hermosa historia divulgada por el Philadelphia Inquirer, describe a un joven Beardell estudiante de primer año en la Academia Episcopal de Newtown Square.
“Es un gran atleta, un gran estudiante, y un mago de la tecnología que las autoridades escolares le piden que arregle las copiadoras e impresoras antes de llamar a un especialista en reparaciones”.
“No lo obtiene de nosotros”, dijo la madre de Louie, Donna Beardell, ama de casa, de sí misma y de su marido, Lou, un abogado de patentes.
El reportaje precisa que Louie no es el único que utiliza las impresoras 3D para producir equipos de protección personal para los trabajadores médicos en respuesta al brote de coronavirus. Trans “RJ” Lualhati, graduado de la Universidad La Salle en 2016 e ingeniero de materiales de Johnson & Johnson, tomó prestadas cuatro impresoras de su alma mater y también ha estado creando protectores faciales, en su apartamento en la sección Brewerytown de la ciudad.
Se sabe que Lualhati ha donado un lote de 30 protectores faciales a un asilo de ancianos en el noreste de Filadelfia y planea suministrar más al hospital de la Universidad de Pensilvania, al hospital de la Universidad de Temple y al hospital de Abington-Jefferson.
“Mientras los casos sigan llegando, voy a seguir adelante con ello”, dijo Laulhati, que fue ayudado en la adquisición de las impresoras 3D de La Salle por su antiguo profesor, el Dr. Bill Weaver, el presidente del departamento de Ciencia, Negocios y Tecnología Integrada (ISBT) de la escuela.
Un regalo de Navidad
Louie Beardell tenía su propia impresora 3D, un regalo de Navidad de sus padres en 2018. La había usado para crear un aerodeslizador que funcionara y algunos modelos de coches, así como artículos para el hogar como un soporte para los utensilios de cocina.
“Llevó el aerodeslizador a la escuela – era tan genial”, dijo Matt Memmo, el presidente del departamento de informática e ingeniería de la Academia Episcopal.
Una impresora 3D funciona extruyendo plástico fundido a través de una pequeña boquilla que se mueve bajo el control de la computadora. Imprime una capa, retrasa el secado y luego imprime la siguiente capa, creando finalmente una réplica física de un diseño digital.
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Louie dijo que su inspiración para hacer protectores faciales “surgió del aburrimiento, más o menos”.
Empezó a investigar en línea, y finalmente se decidió por un diseño de caretas de una empresa de impresoras 3D en la República Checa.
“Donaron un montón al Ministerio de Salud de la República Checa, así que pensé que si iba a un gobierno debía ser fiable”, dijo Louie.
El ensayo y la investigación
Hizo unos cuantos usando su propia impresora 3D, y luego decidió soñar en grande. Se acercó a Memmo y le pidió que le prestara tres de las impresoras 3D de la escuela.
“Es realmente asombroso, lo que Louie está haciendo”, dijo Memmo, quien ayudó a facilitar el préstamo de las impresoras 3D de la escuela a los Beardell. “Estamos súper orgullosos de él.”
Ahora hay una “pequeña fábrica” en el sótano, según Donna Beardell. Ella dijo que funciona 24/7, hace una cantidad sustancial de ruido, y tiene una línea de montaje de trabajadores.
“Mi marido hace los agujeros, ya que eso estaba empezando a dolerle las manos a Louie”, dijo Donna Beardell. “Corté las hojas de acetato con una cuchilla”.
A bajos costos
Los Beardells estiman que toma alrededor de 3½ horas y 4 o 5 dólares para hacer cada protector facial. Han gastado alrededor de 2.000 dólares en material – hojas de acetato, filamento, bandas elásticas – más gastos de envío.
Louie es un corredor de esquí competitivo que recientemente participó en los campeonatos estatales. Es miembro del equipo de golf y del programa de béisbol de la Academia Episcopal. Esas actividades enorgullecen a sus padres. Pero este proyecto se siente diferente.