Miles de inmigrantes centroamericanos y mexicanos que han sido declarados trabajadores esenciales en Estados Unidos, lograron a costa de su salud recolectar este año la cosecha de tomate en Immokalee, considerada la capital de dicho fruto en este país.
Lastimosamente esta localidad también se convirtió en uno de los focos más virulentos de la COVID-19 en Florida.
A los miembros de la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW por sus siglas en inglés) no les sorprende que casi 1.200 de los nuevos contagios confirmados del nuevo coronavirus en el estado se encuentren en esta localidad agrícola. Recuerdan que durante varias semanas solicitaron al gobernador Ron DeSantis que le pusiera más atención a la zona de cara a la pandemia.
Según refiere Lucas Benítez, miembro fundador de CIW, estos trabajadores inmigrantes desarrollan sus actividades cotidianas en condiciones de hacinamiento que propician la propagación de la COVID-19 en los campos de cultivo, en los autobuses y en las empaquetadoras agrícolas de la localidad.
En una entrevista concedida a un medio local, Isabel Jiménez, una trabajadora agrícola mexicana comentó que ella, su esposo y sus tres hijos se contagiaron del nuevo coronavirus.
“Pensé que era una gripe”, recuerda esta migrante que reside en una de las casas móviles que proliferan en esta comunidad enclavada en el condado Collier y que carece gobierno propio.
Te puede interesar: Ley de Modernización de la Fuerza Laboral Agrícola beneficiará a inmigrantes
Jiménez se queja que los 700 dólares que ganaba semanalmente por recolectar tomate se redujeron a la mitad debido a que la demanda disminuyó por la pandemia.
Immokalee es un enclave agrícola hispano que llega a tener hasta 40.000 jornaleros en la época de cosecha de tomate, pepino, berenjena, cítricos, sandía, fríjol verde y chile dulce y jalapeño, entre otras frutas y verduras que se extiende de noviembre a mayo.
Ya cuando se acerca el verano esa población de trabajadores se reduce a la mitad ya que muchos de ellos son migrantes que siguen las cosechas a lo largo del este de Estados Unidos.
Esta situación constituye un riesgo de propagación de la COVID-19 a estados como Georgia y Carolina del Norte y del Sur, a donde en esta fecha ya se desplazaron los trabajadores temporales de Immokalee.
Los que se quedan son en su mayoría inmigrantes guatemaltecos, mexicanos y haitianos establecidos en Immokalee, que fuera de la temporada agrícola trabajan en la industria del turismo en las zonas exclusivas de la costa oeste floridana, en ciudades como Naples, una de las más acaudaladas de Estados Unidos.
Lucas Benítez lamenta que el Gobierno considere indispensables a estos trabajadores agrícolas durante la pandemia, pero que al mismo tiempo los margine a juzgar por la demora del envío de suficientes pruebas de COVID-19 y la ausencia del rastreo de contactos para contener el contagio así como del establecimiento de lugares de aislamiento para los enfermos.
DeSantis, defensor de las políticas migratorias de Donald Trump, ha sido criticado por culpar a las comunidades agrícolas inmigrantes y los presos de la de la gran explosión de la COVID-19 registrada en Florida en las últimas dos semanas.
“El gobernador DeSantis igual que otras autoridades han querido poner a los trabajadores agrícolas detrás del escenario para que no se vea lo que está pasando“, criticó Benítez.