Miembros de la caravana de migrantes centroamericanos, en un gesto de desafío, intentaron cruzar la frontera entre México y Estados Unidos, pero fueron recibidos con bombas lacrimógenas que los obligaron a retroceder. Ninguna persona resultó herida ni detenida.
La jornada dominical comenzó con una marcha como parte de las actividades de los miles de migrantes que aguardan en la frontera entre Tijuana y San Diego, con la intención de ingresar a Estados Unidos en busca de un futuro que no consiguen en sus países.
En un momento de la marcha, algunos manifestantes se desviaron hacia la garita de la frontera de San Ysidro, que ya había sido cerrada temporalmente, y empezaron a cruzar los límites, pero fueron repelidos por agentes de la patrulla fronteriza.
“Un americano nos hacía seña de que nos iba a matar”, indicó Alexis, un migrante.
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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha advertido que ninguna persona entrará al territorio de manera ilegal y que la caravana de migrantes es una amenaza para la seguridad del país. También defendió que los miles de militares que envió a la frontera sur podían usar “fuerza letal”.
Alfonso Navarrete, ministro de la Gobernación, adelantó que las personas que participaron en los hechos “violentos” serán deportadas, aunque se quejó de la fuerza desproporcionada por parte de los agentes de la patrulla fronteriza.
Poco antes de los sucesos, Trump alentó a las autoridades mexicanas a ser “muy inteligentes” y evitar que los miembros de la caravana de migrantes lleguen a la frontera.
La ONG Pueblo Sin Fronteras aseguró que el propósito original de la marcha era pedir a Estados Unidos que agilice los trámites de asilo.
El Gobierno de Honduras hizo un llamamiento “a los países de tránsito y destino a que se respeten los derechos humanos de los migrantes centroamericanos en base al derecho internacional, priorizando el interés superior del niño”.
Luis O. Castillo