El enamoramiento es una respuesta biológica de nuestro cuerpo. La oxitocina es una hormona que está directamente relacionada con la conducta maternal y paternal, los patrones sexuales y la impulsividad en la intimidad con la pareja. Está directamente relacionada con el placer y el afecto, ya que ayuda al cerebro a sentir cariño por las personas que componen el entorno, permitiendo sentir hacia ellas lo que no se siente hacia los desconocidos.
La oxitocina se produce específicamente en el hipotálamo y es secretada por la glándula pituitaria posterior, en términos más sencillos: produce la misma sensación que cuando se bebe alcohol, o al menos así lo determinó un estudio llevado a cabo por un equipo de científicos de la Universidad de Birmingham (Inglaterra) que fue publicado en la revista Neuroscience and Biobehavioral Reviews.
Según esta investigación, la oxitocina también tiene un lado más que interesante. «Pusimos en común las investigaciones sobre los efectos de la oxitocina y del alcohol y acabamos impactados por las increíbles semejanzas entre ambos compuestos. Ambas parecen apuntar a diferentes receptores en el cerebro, pero causar acciones comunes sobre la transmisión GABA en la corteza prefrontal y las estructuras límbicas. Estos circuitos neurales controlan la forma en que percibimos el estrés o la ansiedad, especialmente en situaciones sociales tales como entrevistas, o tal vez incluso despertando el coraje para pedir a alguien una cita. La oxitocina y el alcohol pueden hacer que estas situaciones parezcan menos desalentadoras», explicó Ian Mitchell, líder del estudio.
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¿Qué quiere decir? Que en altas dosis provoca más agresividad, más envidia, nos desinhibe, puede limitar nuestra sensación de miedo que normalmente nos alerta acerca de los riesgos.
Pero no todo es negativo, al contrario. Las concentraciones de oxitocina aumentan durante las fases intensas del amor romántico, actúan sobre numerosos sistemas del interior del cerebro y sus receptores están presentes en diversas áreas cerebrales relacionadas con el amor romántico. La oxitocina y la vasopresina -otra hormona presente en el amor- interactúan sobre todo con el sistema de recompensa dopaminérgico y pueden estimular la liberación de dopamina por el hipotálamo, esto crea una sensación placentera y gratificante.
¿Solo en el amor romántico?
La oxitocina está presente en otras situaciones: en la intimidad sexual, en la maternidad y en la lactancia. Durante los nueve meses de gestación, el cuerpo de la mujer es sometido a un estrés constante, la oxitocina entonces, ayuda al cerebro a no asociar todo el proceso del embarazo y parto, con dolor o sufrimiento.
Las mujeres también la generan en la lactancia como respuesta a la estimulación del pezón por la succión del recién nacido cuando lacta. El bebé por su parte, produce oxitocina cuando es acariciado por sus padres, en el momento de baño o cuando le dan masajes relajantes para dormir.
En síntesis, hay un cuarteto capaz de estimular la felicidad y el placer, y están en el cerebro: endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina.
Si quieres desarrollar un poco más de oxitocina en tu cuerpo para tranquilizarte y sentir gratificación, puedes abrazar por al menos 8 segundos o dar un regalo.