El gobernador de Nueva York está circunstancialmente cerca de las afamadas hogueras morales que tradicionalmente se encienden en el país. Como figura pública está salpicado del mismo barro que ha caído sobre la reputación de muchos políticos y empresarios. El fenómeno que conjuga poder y sexo se asume capciosamente como extraordinario. Es cierto que el poder ciega a los Cuomo, pero no es menos preciso argumentar que nace del seno de una sociedad donde la sexualidad tiene un valor de cambio.
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Los desequilibrios de poder están en el origen del acoso sexual. En los EEUU se le amamanta desde las universidades. Nace en los sitios donde siempre se han formado los líderes del mañana. Un ángulo de trabajo fue usado por Benjamin Nolot, director de “Liberated: The New Sexual Revolution”. Los cineastas exploran cómo la cultura pop da forma a las creencias de género, sexualidad y violencia. Un episodio que es producto de la evolución de una conducta social que se desinhibe de una generación a otra.

El poder ciega a los Cuomo, los Trump, los Biden y todo aquel que no pueda escapar de las circunstancias. Todos flotan en las mareas del poder. Se dejan llevar por las señales de la nación. La gente común lo ve a diario. En el documental de Netflix, se apunta a que la conducta sexual de los estadounidenses está regida por las RRSS. Un experto lo llama “cultura de la violación”. La película aconseja a las mujeres que ignoren los mensajes que las instan a ser objetos sexuales. También advierte que los hombres solo pueden ser liberados cuando abandonan las rígidas normas de masculinidad definidas por los medios.
El poder ciega a los Cuomo
Avanzamos desmadejando el tema que advierte que el poder ciega a los Cuomo. Pero usamos el apellido del gobernante para transformarlo en un lugar común. Es necesario decir que la reputación de la sociedad estadounidense está un poco maltrecha en términos de transgresiones sexuales.
Según Pew Research Center el 41% de los americanos ha experimentado acoso sexual on-line. Asimismo un informe de las Naciones Unidas coloca a EEUU en un interesante “top ten”. Está en la lista de los países con mayor número de violaciones por cada 100 mil habitantes. Otro estadio donde Washington saca malas notas en las comunidades militares. Los acosos y violaciones han sido objeto de abordaje de la BBC. Su persistencia es tal que ha tenido foro en el Congreso de Estados Unidos. Allí las víctimas han ido a exigir que se tomen medidas ante lo que muchos ven como un “sistema fallido” dentro del mando militar.
En torno al acoso sexual y al poder tenemos comentarios sobre un trabajo desarrollado por Charlotte Alexander. Ella es profesora asociada de Derecho y Análisis de la Universidad Estatal de Georgia. Ella encabezó un estudio con más de 200 declaraciones sobre conductas acosadoras. Todos se escudaron para transgredir en sus largas carreras, sus muchos logros profesionales y a su excelente reputación. “En resumen, cuando se les desafió, los hombres de mi estudio hicieron lo que era natural: Echaron mano de su poder”.
Educar para no delinquir
Catharine MacKinnon, es la artífice de la moderna ley de acoso sexual del país. La mala conducta sexual en el trabajo está claramente definida. Es “la imposición no deseada de requisitos sexuales en el contexto de una relación de poder desigual”.
Una nación con estándares de listón bajo como EEUU, debería incluir en el currículo escolar lecciones que impidan el acoso. El acosador hombre estadounidense tiene un patrón definido según la profesora Charlotte Alexander.

“Este patrón está relacionado con otro tema que descubrí en las declaraciones que estudié. Son la repetición de explicaciones y las defensas centradas en la propia intención y percepción subjetiva de la persona acusada”.
“Soy yo quien se hace el gracioso. No intento acosar sexualmente a la gente”, por ejemplo. “Vengo de una cultura muy diferente”. “Recuerdo haber intentado besarla como parte de lo que creía que era un ritual de seducción consentido”.
“Sin embargo, las intenciones, los pensamientos o las creencias del acusado -tan centrales en las declaraciones que he estudiado- son sólo periféricas en la ley de acoso sexual”.
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“Los requisitos de subjetividad y de “buena voluntad” de la ley piden a un superior -como Cuomo- que evalúe su propia conducta. Que asuma el punto de vista de su subordinado. Los superiores que quieran evitar cometer acoso, para empezar, tienen que salir de su propia perspectiva. Es eso, o pararse frente a un juez, a un jurado o a los medios de comunicación”.