A Trump no le fue muy bien el miércoles en El Paso, o al menos así lo registró el The New York Times, que recogió testimonios de lugareños, organizaciones y de políticos quienes confluyen en la idea de que el presidente de los Estados Unidos no comprende cómo vive ese lar de la nación.
Un dato curioso que rescata el rotativo de la Gran Manzana, con ánimos de contextualización, es que El Paso es una ciudad predominantemente hispana en un estado cuyo liderazgo está estrechamente alineado con la agenda anti-inmigrante de la administración.
La visita del miércoles era una oportunidad para que Trump consolara a los familiares y sobrevivientes y ayudara a conmemorar a los que murieron en el ataque del sábado. Pero pocos parecían dispuestos a salvar una brecha entre la ciudad y el presidente que se había ensanchado incluso antes del tiroteo.
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No hay que descuidar que a principios de este año, en su discurso sobre el Estado de la Unión, el presidente Trump describió a la nación cómo la ciudad fronteriza de El Paso, en Texas, que una vez tuvo “índices extremadamente altos de crímenes violentos” y fue considerada “una de las ciudades más peligrosas de nuestra nación”. Luego lo convirtió en el argumento viviente de su muro fronterizo.
“Con una poderosa barrera en el lugar”, continuó, “El Paso es una de las ciudades más seguras de nuestro país. En pocas palabras, las paredes funcionan y salvan vidas”.
Trump en un mitin que celebró en las afueras de la ciudad unas semanas después en esta ciudad fronteriza del oeste de Texas, repitió: “Asesinatos, asesinatos, asesinatos”, dijo, en referencia a los inmigrantes, mientras la multitud gritaba: “¡Construyan el muro!”.
Por lo menos allí ha encontrado el equipo periodístico de Simon Romero y Rick Rojas, redactores del NYT, una “paragénesis” que pudo haber mineralizado la angustia del supremacista Patrick Crusius quien condujo más de 8 horas desde Allen, Dallas, hasta El Paso, con la supuesta intención de “detener” la “invasión hispana a Texas”.
Trump debió quedarse en DC
Uno de los tantos testimonios tomados por los reporteros del NYT, citan a Christopher Bailey, de 43 años, coordinador de proyectos de una clínica de salud de El Paso. Él dijo que “absolutamente todo lo que Trump representa fue concentrado y disparado contra los ciudadanos de El Paso ese día en Walmart (…) La vergüenza debe ser colgada del cuello por cada partidario que continúe justificando su lenguaje y su Presidencia.”
En el monumento en las afueras de Walmart, que fue el escenario del ataque del sábado, y en un evento para hacer carteles la noche anterior a la protesta, muchos dijeron que el Presidente no debería haber venido.
Todo en él es falso
Lyda Ness-García, abogada y organizadora de la Marcha de las Mujeres de El Paso, quien estuvo presente en el evento de carteles, aseguró sobre Trump y su presencia en El Paso, que “son sus palabras las que crearon el clima que llevó a ese hombre malvado a ir a mi comunidad”, dijo
Ella dijo que cuando el Trump pintó El Paso como una ciudad peligrosa que necesitaba barreras más fuertes entre ella y México, él estaba usando la ciudad como nada más que un accesorio. El Paso era una de las ciudades estadounidenses más seguras de su tamaño mucho antes de que se levantaran las barreras en la frontera, y el crimen violento es relativamente bajo.
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“Es falso de hecho. Es simplemente falso. No es nada más que un poco de rabia blanca y mística”, dijo. “Necesita disculparse y retractarse.”
Tradición México-americana
En la víspera de la llegada de Trump, el rotativo El Paso Times publicó una carta dirigida al Presidente defendiendo la ciudad – que se encuentra justo al otro lado de la frontera de la ciudad mexicana de Ciudad Juárez – y su profundo sentido de identidad bicultural. “Nuestra ciudad y Juárez siempre estuvieron unidas. Hoy, estamos más entrelazados que nunca. El mal que nos visitó apuntó a la gente de El Paso y Juárez por igual”, dijo. “Nuestra gente está asustada.”
Los funcionarios de El Paso -señalando que la campaña de Trump todavía le debe a la ciudad más de medio millón de dólares por los costos de seguridad de un mitin en febrero- se desviaron entre rechazar la política del presidente y dar la bienvenida a su intento de reconocer el dolor de la ciudad.
“Esta es la oficina del alcalde de El Paso en una capacidad oficial dando la bienvenida a la oficina del presidente de los Estados Unidos, que considero es mi deber formal”, dijo Dee Margo, la alcaldesa.
Otros en la ciudad no tenían paciencia para tal diplomacia.
Más comentarios de hermanos
De acuerdo a una percepción que fue palpable para la prensa, El Paso atesora su lugar como parte de una comunidad que se extiende entre dos países. Su vitalidad, dicen muchos, proviene de su vínculo con México, con una historia que es más antigua que la de Estados Unidos.
Judy Lugo, presidenta del Sindicato de Empleados del Estado de Texas, que representa a unos 10.000 trabajadores estatales, dijo que “Trump realmente no sabe quiénes somos” (…)”No conoce nuestra cultura, la larga historia que tenemos. No lo entiende.”
“Somos una comunidad de amor, una comunidad de familia”, dijo la Sra. Lugo. “No somos lo que él dice que somos. No somos violadores. No estamos sucios. No somos criminales.”