La dieta mediterránea es considerada una de las más saludables del mundo, la forma mediterránea de comer disminuye el consumo de los alimentos procesados y las carnes rojas. En cambio, se centra en frutas y verduras frescas, nueces y semillas, cereales integrales saludables y aceite de oliva extra virgen.
El almuerzo es una ocasión ideal para comenzar con esta dieta, comer una ensalada a base de cereales o legumbres, por ejemplo, ayuda a elevar el nivel de azúcar en la sangre lentamente. Esto le da al cerebro la energía que necesita para pasar el día.
Por otro lado, esta dieta es aliada de las meriendas. Muchos estudios han demostrado que las personas no comen suficientes frutos secos, una gran fuente de grasas poliinsaturadas y monoinsaturadas saludables para el corazón.
Repletas de proteínas, las nueces son una excelente opción para un refrigerio, siempre y cuando se controlen sus porciones, pues pueden ser densas en calorías.
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En la cena, el uso de carnes rojas y procesadas es poco común en la dieta mediterránea tradicional. Pero el pescado y otros mariscos (que son buenos para el cerebro) se consumen al menos dos veces por semana.
Claro está, tampoco se debe dejar por fuera el postre. No se trata de delicias como baklava, tiramisú, cannoli, helado, flan y crème brûlée, estos se guardan como delicias especiales ocasionales en muchos de los países alrededor del mar Mediterráneo. Lo que realmente se estila es frutas frescas, enteras, en rodajas o asadas a la parrilla, o en una combinación saludable de granola integral con ricotta y ralladura de naranja.
Ahora bien, las verduras asadas o rellenas son una opción para el brunch, junto con los guisos. Originario del norte de África, un alimento básico adoptado por países de Oriente Medio como Israel y Palestina que puede alimentar a una multitud es el shakshuka.
Este plato de una sartén es típicamente una mezcla de tomates, pimientos rojos, cebollas, ajo y especias con huevos escalfados encima.