Ximena Gutiérrez, de 22 años, se prepara para coronar en muletas en una de las cumbres de la esperanza, la cima del volcán Pico de Orizaba (este) junto a un grupo de mexicanos y franceses sobrevivientes de cáncer. “La montaña, más que un deporte, es una terapia”, dice.
Esta joven mexicana sufrió la amputación de una pierna debido a la enfermedad, lo mismo que Erika García (23), Fernando (18) y David (30) Hernández, quienes a su lado se lanzan a la conquista del también llamado “Citlaltépetl”, que significa Monte de la Estrella, la cumbre más alta de México con 5.610 metros.
El equipo, que lo completan una decena de escaladores, participa en el desafío “Cumbres de la esperanza”, en el marco del cual Ximena y sus compañeros mexicanos escalaron junto con los franceses una cima de los Alpes en julio pasado. Ahora los europeos están en México para devolver la visita.
Una noche de adaptación en un refugio a 4.200 m dio inicio a la aventura, que siguió con un recorrido de entre cinco y seis horas por escarpados caminos y sorteando rocas volcánicas.
La nieve fresca complica la marcha de Ximena, Erika y Fernando, quienes utilizan muletas, mientras David lleva una prótesis en la rodilla izquierda. Tienen en común que sobrevivieron a un osteosarcoma, agresivo cáncer de hueso que afecta a niños y adolescentes.
“Siempre me sorprendo de lo que puedo hacer, de lo que soy capaz. Creo que es el comienzo de un descubrimiento mío”, asegura Ximena, quien superó la enfermedad a los 15 años y ahora es maquilladora profesional.
El grupo llega al campamento base, a 4.900 m de altitud y al pie del glaciar, que se refleja en el cielo a la puesta del sol.
En la tranquilidad del atardecer, Carla Bohème, de 19 años, se recupera, reconfortada por su hermana María mientras los ‘sherpas’ montañeses mexicanos despliegan las tiendas.
“Es como cuando combatimos la enfermedad, vamos hasta el final, luchamos. No es fácil. Hay altibajos”, explica la estudiante originaria de la localidad francesa de Franche-Comté.
Cuatro días antes de viajar a México, Carla supo que el cáncer nasofaríngeo que le diagnosticaron a los nueve años se le manifestó por tercera vez.
“Soy muy afortunada de vivir”
“Me dije: no me importa, igual voy. Voy a aprovecharlo al máximo. Mientras estoy aquí, los médicos investigan qué terapia pueden darme cuando regrese”, comenta Carla, quien en compañía de otros escaladores termina su recorrido a los 4.900 metros.
Para los candidatos a alcanzar la cumbre, la noche glacial afrontada en sacos de dormir termina a la una de la madrugada, momento para retomar el camino con equipo de alta montaña.
Sin gran dificultad técnica, la conquista del glaciar sigue siendo un desafío: avanzan cuatro por cordada con un guía, bastones de esquí y crampones. A los 5.300 m ya es difícil respirar y la pendiente alcanza una inclinación de hasta 35 grados.
Después de transitar entre cinco y siete horas por la nieve y el hielo, una decena de escaladores finalmente alcanza el cráter y toca cumbre después del amanecer, cuando el cielo se mostraba degradado en matices de negro, naranja y azul.
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Ahora, Ximena repite su hazaña de 2022.
“Me siento poderosa”, sostiene sonriente mientras observa la imponente vista panorámica desde la cima: los estados de Puebla y Tlaxcala (centro) y los volcanes La Malinche (4.105 m), el Iztaccíhuatl (5.201 m) y el famoso Popocatépetl (5.419 m), el único actualmente activo coronado por su eterna fumarola.
Para Erika, que llora de emoción, es en cambio su primera vez en una cumbre.
“Soy muy afortunada de vivir cosas que mucha gente no pudo vivir”, expresa la joven al recordar a “las personas que se fueron en el camino”.
Mathieu Dornier, el organizador de este ascenso, lleva las fotografías de Emilie y Valérie, sus dos hermanas fallecidas por leucemia en las décadas de 1980 y 1990.
“Las cumbres de la esperanza empezaron hace 30 años en Francia”, señala Dornier, un empresario francés radicado en México desde hace dos décadas.
“Cuando una de mis hermanas recayó por segunda vez, mi padre le dijo: ‘Cuando estés en remisión (ndlr: con una intensidad menor de la enfermedad), subirás al Mont Blanc'”, recuerda.
“Así, cuando estuvo en remisión, quiso invitar (al desafío) a más jóvenes. Desde hace 30 años, entre 20 y 25 suben al Mont-Blanc y a otras cumbres de Chamonix”, añade.
Tras la muerte su padre, en 2022, Mathieu y su hermana Pauline decidieron continuar la aventura de las “Cumbres de la esperanza” en ambos lados del Atlántico “para darle a los sobrevivientes de cáncer la oportunidad de superarse”.
El grupo se despidió el domingo entre muestras de emoción. “Hemos ganado algunas batallas y perdido otras”, les escribió Mathieu en un mensaje de agradecimiento en la red social Facebook. “La lucha continúa”.
Por: AFP