En el cálido entramado cultural de West Kendall, en el condado de Miami-Dade, resuena una voz que, aunque adaptada a la vida en Estados Unidos, guarda con orgullo y nostalgia el acento, los sabores y la fuerza de su tierra natal. Cristhian Mancera, caleño de nacimiento y abogado de formación, preside actualmente el Concejo Comunitario del Distrito 11, donde ha transformado la representación política en un ejercicio de cercanía, constancia y compromiso con la comunidad migrante, especialmente la colombiana.
Desde su infancia en Cali, los recuerdos de la cultura vallecaucana —la gastronomía, la música, las tardes con amigos y el bullicio familiar— se mantienen intactos. “Es una de las cosas que más extraño”, reconoce con una calidez que delata no solo arraigo, sino una convicción profunda de que su historia no comienza en el exilio, sino en sus raíces. Su formación inicial en un colegio bilingüe le dio las herramientas para afrontar la emigración en su adolescencia, cuando llegó a New York junto a su madre y su hermano tras la separación de sus padres. A pesar del duelo migratorio, la adaptación fue fluida. Ya hablaba inglés y conocía algo del país al que ahora llamaba hogar. Su experiencia enseñando inglés a niños rusos y chinos en los años 90, en plena ola migratoria posguerra fría, se convirtió en su primer contacto con la multiculturalidad que hoy define su liderazgo.
Sin embargo, su paso por Estados Unidos no fue una ruptura con Colombia, sino una extensión. Su carrera como abogado, primero formada en la Universidad Jorge Tadeo Lozano con especialización en Derecho de Familia, Civil y Comercial, y luego con dos maestrías —una en Liderazgo en la Universidad Keiser y otra en Derecho Estadounidense en Washington University in St. Louis, Missouri—, le ha permitido articular legalmente dos mundos. A través de su red Servicolex, fundada en 2016, Mancera Mejía brinda asesoría legal a los colombianos en el exterior. Su objetivo es claro: ofrecer soluciones concretas sin necesidad de que la comunidad tenga que regresar a Colombia. “He identificado mucho fraude legal. Hay muchas personas inescrupulosas que se aprovechan de la falta de información. Mi misión ha sido proteger a nuestra gente”, explica con determinación.
El liderazgo de Cristhian es, ante todo, una prolongación de los valores familiares. Hijo de una madre persistente y un padre disciplinado, y heredero de una tradición familiar dedicada al servicio político y comunitario, habla con naturalidad sobre el rol del trabajo honesto, visible y constante. “La comunidad recuerda cuando estuviste allí para ellos. Eso no lo borra nadie”, dice con orgullo. No se refiere solo a su gestión actual, sino a una trayectoria de más de una década representando a colombianos en diferentes países, llevando su voz a México, Panamá, Francia, España o Alemania, pero siempre regresando a su base: West Kendall.

Allí, donde vive desde 2008, ha construido lazos duraderos con los residentes, promoviendo el emprendimiento local, la educación inclusiva y actividades multiculturales. Su elección como presidente del Concejo Comunitario en 2023 y posterior reelección sin oposición en 2024 son testimonio de una gestión que ha trascendido promesas para convertirse en presencia activa. “Este concejo estuvo casi un año y medio sin representación, y hoy puedo decir que hemos devuelto la voz a una comunidad de más de 300.000 personas”, explica con el tono sereno de quien ha recorrido un largo camino.
Empresario y educador
A la par de su labor política, Cristhian es también empresario y educador. Fundó United Languages and Media Group, una escuela de idiomas con visión internacional, y La Tribuna Colus, un periódico digital enfocado en el análisis político. La enseñanza del inglés, en la que está certificado por la Universidad de Cambridge, es otra forma en la que aporta al crecimiento de los migrantes, brindándoles herramientas reales de integración.
El recorrido hasta aquí no ha estado exento de desafíos. Llegó a Miami-Dade luego de haber construido empresas exitosas en Colombia, pero un percance de seguridad lo obligó a empezar de cero. Validar su carrera, reconstruir redes, comprender el sistema político local y posicionarse como un referente fueron pasos complejos. Sin embargo, como repite, “cuando el trabajo es transparente, el resultado llega”.
Hoy, a quienes sueñan con hacer vida en el extranjero, les ofrece una reflexión sincera: “No todos tienen que venir a Estados Unidos. A veces Europa o Asia pueden ofrecer mejores oportunidades, según el perfil. Lo esencial es prepararse, entender el sistema y rodearse de una red de apoyo”.
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Su historia, lejos de ser solo una de éxito, es una narrativa de conexión: entre países, entre personas, entre propósitos. En su oficina, en sus clases o en los espacios de debate comunitario, se percibe ese hilo invisible que une a un caleño con su gente, sin importar cuántas fronteras haya de por medio. En cada palabra, en cada proyecto, se intuye una certeza: que el liderazgo, para ser real, debe nacer desde el corazón de la comunidad —y Cristhian David Mancera Mejía, sin duda, lo lleva bien arraigado.