El puerto colombiano de Necoclí es “el cuello de botella” de los migrantes ilegales que transitan la ruta para cumplir “el sueño americano”. Aproximadamente nueve mil migrantes, venezolanos casi en su totalidad, aglutinados esperan su turno para tomar una embarcación que los llevará al punto de entrada a la peligrosa selva del Darién que deberán atravesar para continuar su camino hacia Estados Unidos.
“Allá en Venezuela la situación está demasiado difícil. Vengo con mi esposo, con mis cinco hijos menores de edad, una de mis hijas está embarazada”, comenta a la AFP Tibisay Luna antes del cambio de política de Estados Unidos.
Estados Unidos decidió que ahora no permitirá el ingreso terrestre a venezolanos a través de la frontera sur. Ahora, hay una plan para recibir a 24.000 ciudadanos del país sudamericano que sean patrocinados por un residente.
Cientos de valijas amontonadas, fogones improvisados y caras extenuadas. La población es un campamento a cielo abierto en el noroeste de Colombia. Todos esperan atravesar el llamado “Tapón del Darién”, un corredor selvático de 266 kilómetros entre Colombia y Panamá que muchos consideran que es el infierno, por su geografía inexpugnable y la amenaza de grupos delictivos.
“Necoclí es un cuello de botella donde ya los migrantes no pueden seguir porque tienen que coger un tiquete (de barco) y muchos no tienen recursos”, refiere Wilfrido Menco, defensor de derechos humanos en la zona.
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En lo que va del presente año unos 150.000 migrantes ilegales han cruzado de Colombia hacia Centroamérica, un número que sobrepasa los 134.000 de todo 2021 según dice la colombiana Defensoría del Pueblo que calcula que unos 9.000 migrantes se encuentran represados en Necoclí y que la mayoría de ellos son venezolanos que huyeron de la crisis en su país.
“Mucho tiempo de trabajo acá en Colombia para uno poder juntar dinero para irse a buscar no un sueño, es un sacrificio que uno hace para poder ayudar a la familia en Venezuela”, dice Luis Santos, varado en el caluroso pueblo colombiano.
Un infierno clandestino
La travesía por el Darién suele durar cinco o seis días en los cuales los migrantes están a merced de todo tipo de inclemencias como animales venenosos, pantanos y narcotraficantes que usan estas rutas para llevar cocaína a Centroamérica.
“Hay muchas cosas que se han dicho del Darién. Pero si la mayoría pasa, yo tengo que vivir la experiencia. Algunos salen vivos, no sé los demás“, comentó Kimberly Rivero, venezolana.
Hasta el año 2021 los ciudadanos haitianos eran los que conformaban la mayor parte de los migrantes en esta zona. Ahora, según autoridades panameñas, de 2.800 venezolanos que atravesaron la selva el año pasado, los casos aumentaron a más de 114.000 en lo que va del 2022.
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“Estamos esperando que nos llamen para agarrar el mar y cruzar la selva. Estamos rindiendo la comida, estirándola como un chicle”, dice Ramón Delgado, músico venezolano.
Eduardo Stein, representante de la ONU para refugiados y migrantes venezolanos, solicitó el pasado 12 de octubre “apoyo urgente” de la comunidad internacional para enfrentar este éxodo.
De los más de 6 millones de venezolanos que han emigrado desde 2015 de su país, 2,4 millones se encuentran en Colombia según cifras oficiales.
“Se trata del movimiento forzado de personas más grande de la historia del subcontinente, de un país que no está en guerra y de un país de los mejor dotados económicamente de todo el subcontinente”, dijo Stein desde Panamá.