El gobernador de Florida, Ron DeSantis, anunció en fecha reciente que no se abrirá un nuevo centro de detención de migrantes hasta que el polémico “Alligator Alcatraz” esté funcionando a su máxima capacidad. Con esto, el mandatario se desdice de declaraciones anteriores en las que aseguró que otro centro migratorio estaba en marcha en Camp Blanding, al norte del estado.
“Estoy dispuesto a erigir Blanding una vez que “Alligator Alcatraz” esté lleno”, afirmó DeSantis durante una rueda de prensa en Tampa. “No tiene sentido tener dos instalaciones operando a medias”, añadió, en referencia al centro ubicado en los humedales de los Everglades, al oeste de Miami.
“Alligator Alcatraz”, llamado así de forma no oficial por activistas y medios debido a su localización remota y a sus estrictas condiciones, comenzó a recibir migrantes el pasado 2 de julio. Con una capacidad estimada de entre 3.000 y 4.000 personas, el centro fue construido en apenas una semana sobre las ruinas de un aeropuerto abandonado. Actualmente, según DeSantis, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) ha comenzado a trasladar “una cantidad significativa de personas” a las instalaciones y ya han iniciado deportaciones desde allí.
Sin embargo, el centro ha sido blanco de fuertes críticas. Legisladores demócratas que visitaron el lugar en días pasados denunciaron que al menos 750 migrantes se encontraban en jaulas, en condiciones que compararon con un “campo de internamiento”. Asimismo, activistas por los derechos humanos han señalado que los estándares de detención en “Alligator Alcatraz” están muy por debajo de lo que dictan las normas federales.
El gobernador desestimó estas críticas y aseguró que las instalaciones “cumplen con todos los estándares mínimos”. No obstante, persisten las denuncias sobre la precariedad del centro frente a fenómenos naturales como huracanes, dada su ubicación en una zona propensa a inundaciones y en plena temporada de tormentas tropicales.
Reparo de los nativos americanos
A las preocupaciones humanitarias se suman las ambientales. Diversos grupos ecologistas han denunciado que la construcción exprés del centro vulneró normativas de protección ambiental al levantar las instalaciones en una de las zonas más sensibles del ecosistema de los Everglades, hábitat de especies en peligro y de importancia cultural y espiritual para las comunidades indígenas locales.
De hecho, la comunidad Miccosukee, una de las principales naciones originarias que habita los alrededores de los Everglades, ha elevado su voz contra la instalación. Líderes tribales han expresado su rechazo a la ocupación de tierras que consideran sagradas y a la contaminación potencial que podría afectar los recursos hídricos de la región. “Esta no es solo una cuestión migratoria o política. Es una violación directa a nuestros derechos ancestrales y a la integridad de nuestra tierra”, declaró una portavoz de la comunidad.
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Organizaciones de derechos indígenas han señalado además que no fueron consultadas en el proceso de construcción del centro, lo que constituiría una violación a tratados federales de consulta previa. Han solicitado la intervención del Congreso y de organismos internacionales para investigar posibles abusos ambientales y violaciones de derechos humanos en el desarrollo de “Alligator Alcatraz”.
Por ahora, el futuro del segundo centro planeado en Camp Blanding permanece en suspenso. El gobernador condiciona su construcción a la saturación del actual centro, mientras las tensiones crecen entre el gobierno estatal, activistas, comunidades locales y defensores del medio ambiente.