The Washington Post está atrayendo la atención de la opinión pública para incentivar que se ponga sobre la mesa el tema del acceso a cargadores de municiones de alta capacidad, dispositivos que están involucrados en los tiroteos en masa.
Griff Witte, un redactor quien es parte del staff de The Post, tejió un reportaje que puso en el medio de la controversia la comercialización de los cargadores de alta capacidad, una herramienta que ha sido prohibida en varios estados, pero rescatada para la venta a través de la fuerza que tienen en el país los lobbys de armas.
El periodista recordó un episodio que narró Julie Jacobson de AP: El hombre que abrió fuego en Dayton, Ohio, tardó unos 30 segundos este mes en matar a nueve personas y herir a docenas por el cargador de 100 balas que llevaba su rifle.
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El reportaje de The Post precisa que el uso de cacerinas de alta capacidad fue prohibido en Ohio hasta 2015, cuando un cambio poco notorio en la ley estatal legalizó los dispositivos, parte de un retroceso general en las medidas de control de armas que se ha reflejado en los estados de todo el país.
Con el ritmo de los tiroteos masivos acelerándose – y sus peajes aumentando dramáticamente – los criminólogos y los defensores de la reforma se centran más intensamente en limitar el acceso a tales accesorios como una de las formas más potentes de frenar la epidemia.
De acuerdo a los expertos las restricciones en la capacidad de los cargadores de balas no detendrán los tiroteos masivos, pero podrían hacer que los ataques sean menos mortales, dando a los objetivos potenciales valiosos segundos para escapar o contraatacar mientras el tirador recarga.
“El cargador de alta capacidad es lo que la lleva a otro nivel de carnicería”, dijo David Chipman, quien sirvió durante 25 años como agente especial de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos. “Es el principal motivo por el que vemos más tiroteos masivos con más regularidad.”
Chipman, que ahora es asesor principal de Giffords, un grupo que aboga por el control de armas, dijo que prohibir los dispositivos “parece una opción política lógica si se trata de impedir que un asesino se convierta en una máquina de matar”.
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Las probabilidades de que el Congreso o las legislaturas estatales actúen aún parecen relativamente remotas. Poderosos grupos de cabildeo por los derechos de las armas, incluyendo la National Rifle Association, se oponen vigorosamente a las prohibiciones o límites de las cacerinas de alta capacidad, argumentando que los criminales encontrarán una manera de obtener los artefactos sin importar la ley, tal como lo hacen con las armas. Los posibles asesinos, dicen, siempre pueden armarse con múltiples armas o cargadores, eludiendo efectivamente cualquier prohibición.
Como ejemplo se puso a Maurice Hill, el hombre que recientemente en Filadelfia mantuvo a la policía a raya durante siete horas el miércoles pasado con un arsenal de armas y municiones que, como delincuente, no debería haber podido tener; disparó e hirió a seis oficiales de policía antes de rendirse, y las autoridades han dicho que fue un “milagro” que nadie muriera en el tiroteo.
Aún así, una creciente cantidad de evidencia sugiere que las restricciones federales pasadas y actuales a nivel estatal sobre la capacidad de los cargadores han sido efectivas. Y con las cacerinas de gran capacidad convirtiéndose en un elemento básico de los tiroteos masivos, los expertos tienen una letanía cada vez más larga de estudios de casos que refuerzan su argumento.