A la vista de la comunidad internacional Evo Morales ha quedado expuesto en su aparente intención de continuar, a como dé lugar, en la Presidencia de Bolivia. Muestra de ello fue la paralización durante 24 horas de la divulgación de los resultados de las elecciones presidenciales del 20 de octubre, cuando el conteo llevaba el 83,85% del escrutinio.
En ese momento los resultados indicaban que Morales había obtenido el 45,2% de los votos frente a un 38,1% logrado por su directo contrincante, Carlos Mesa. Esta situación obligaba a una segunda vuelta, torciendo así el camino del líder del Movimiento al Socialismo pues la ley electoral establece que para ganar hay que obtener el 50% de los votos, o una ventaja de más de diez puntos sobre el segundo lugar.
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Pero el lunes en la noche la presidenta del Tribunal Supremo Electoral (TSE) presentó los resultados que virtualmente convertían a Evo Morales en el ganador de las elecciones presidenciales en primera vuelta. Esto desató una oleada de protestas de bolivianos que denunciaron fraude en las calles.
La posibilidad de derrota de Morales en un balotaje y su exigua victoria dan la razón al secretario general de la OEA Luis Almagro, quien ha manifestado que la postulación del dirigente boliviano es inconstitucional.
Se considera que la postulación de Morales está fuera de la Constitución que él mismo impulsó en 2009, además que los bolivianos rechazaron en 2016 en un referéndum cambiar la legislación para facilitar una reelección. Sin embargo el Tribunal Constitucional del país, afín a Morales, determinó que presentarse a una reelección es un derecho humano que no se le puede negar a nadie.